
en mis manos,
adiós
con el frío en los dientes
y el miedo en el pelo.
El lenguaje de Tzara
reconcomiéndome por dentro.
De nuevo, el retrete
cuajado
de rabiosas amapolas.
La espera se hace
silente poema.
Esther Cabrales (Madrid, 1973). Poeta. Ha cursado estudios de Derecho y de Filología Hispánica que jamás concluyó, porque siempre estuvo profundamente dedicada al sector financiero. Ha publicado Erosión (Renacimiento, 2017), Cuerpos (Renacimiento, 2019), Animal (Torremozas, 2021), Lengua muerta (Páramo, 2021), Mondo (Bajamar, 2024). Poemas suyos han sido incluidos en antologías nacionales, como son Rojo Dolor (Renacimiento, 2021), Distopía en femenino (Elenvés, 2023).
LA MANISFESTACIÓN
en el grito hay muchos gritos
y salgo a la calle a gritar contra la injusticia
de tener que salir a la calle a gritar
un señor con bigote que tiene comisión en lo obrero
nos dice cómo se solucionará nuestro laberinto
el minotauro es la multinacional pero él no es teseo
es un delegado sindical en empresa de hilo
que trabaja para los laberintos
que pierden a los usuarios tranquilos en mapas sin leyenda
el reparador del aire acondicionado
que sopló ayer las velas de su trigésimo cumpleaños
está en la manifestación con su frío natural
el negro con las señales del andamio
adelanta el paso
su horizonte lleva puestas todas las vetas del ladrillo
yo pienso cuál es mi eslogan
no tener eslogan es mi eslogan
no entiendo a la joven activista
que grita más que nadie
¿será ella la ariadna que reclama laberintos
para dar sentido a su vida o para conocer teseos
o para matar minotauros?
en estas situaciones me siento francamente midas
con un oro que no vale nada
y vuelvo a mi casa donde los laberintos
no me dejan mirar los jardines colgantes
de la duda
mi gran babilonia
Abrir se abre
pero ¿cómo se cierra la herida?
(A. Pizarnik)
Cerca del dolor
crecen flores azules.
Ojos de ensueño.
Gonzalo Escarpa (Madrid, 1977)
En una lectura pública casi puede tocarse el lenguaje (Gonzalo Escarpa)Licenciado en Filología Hispánica. Durante años se ha dedicado a la gestión cultural. Ha impartido cursos en Másters y ha formado parte del equipo de trabajo de proyectos como Bibliometro (Comunidad de Madrid) o Literalia.tv (televisión en Internet). Es fundador de varias salas multidisciplinares como el Centro de Difusión Poética o Espacio Nautilus. Ha coordinado y ofrecido recitales y talleres de creación poética en universidades y espacios como la Fundación Rafael Alberti, el Mercado de la Poesía de París, La Casa Encendida, el Piccolo Teatro de Milán o el Encuentro de Poesía Digital de Beijing (China). Pertenece a varios grupos de experimentación poética y visual y dirige [sic] sistemas integrales de creación, RedFósforo y La Piscifactoría Laboratorio de Creación. Ha estudiado Arte Dramático y trabajado como actor y director en cine, teatro y televisión. Cuenta con un puñado de premios literarios y colabora con distintas revistas de creación nacionales e internacionales. Ha publicado el poemario Fatiga de materiales (Trashumantes, 2006), No haber nacido (Delirio, 2007) y Mass Miedo (Arrebato libros, 2008). Su obra aparece recogida en una docena de antologías. Asimismo, ha coordinado Todo es poesía menos la poesía: 22 poetas desde Madrid (Eneida, 2004). Entre 2002 y 2003 una beca de creación literaria le llevó a residir en la Fundación Antonio Gala para jóvenes creadores (Córdoba), pero no fue feliz. Actualmente su trabajo se centra en el estudio de la poética escénica, la oralidad, los componentes visuales de lo literario y la experimentación intergenérica en aras de lograr una poesía útil.
Poética
Hoy es mi cumpleaños, hoy no es mi cumpleaños,
encuentro lo que busco, no encuentro lo que busco,
antes solía darle muchas vueltas al mundo,
antes de las chaquetas, del humo y de los trapos.
En el fondo este vaso tiene fondo de vaso,
el amigo aquel supo retener lo que tuvo
y este barco ha seguido sabiamente su rumbo.
Por la ventana vuela lo que queda del año.
Seré por ti sincero, no sabré ser sincero,
me conformo con esta primera primavera,
con la carne primera, con el sabor primero.
Amo el aire de dentro, siempre respiro fuera,
te busco, no te busco, pero siempre te encuentro,
escribo este poema, no escribo este poema.
Sin respiración se queda una después de entrevistar a Gonzalo Escarpa, un trovador del futuro, guapo y espontáneo. Atravesando cientos de unos y de ceros, se cruzaron estas preguntas con sus respuestas, casi a la velocidad de la luz, una noche de principios de Septiembre. Sin voz y sin gestos, cierto, pero con toda su generosidad.
- ¿Cuál fue su primer y verdadero contacto con la literatura?
Tuve la suerte de que mi padre padeció desde siempre la manía de coleccionar libros. Así que para mí las bibliotecas plagadas de ediciones de la época eran tan habituales como el horno o los clics. Recuerdo que me acerqué al Quijote muy pronto, más que nada porque había en casa una edición con grabados originales y porque su tamaño me hacía vislumbrarlo desde cualquier lugar del salón, de modo que aquel libro descomunal me seguía con su mirada litográfica permanentemente. Por aquel entonces pensaba que los libros eran mejores si su tamaño era mayor. También jugaba un importante papel el color de la tapa o la calidad de las hojas. Siguiendo esta lógica, leí con diversión la Biblia, las Mil y Una Noches y otros tochos que se amontonaban en las primeras baldas de una gran estantería de madera legendaria, más que nada porque a las superiores no llegaba. Creo que es el azar el que determina la primera reacción frente a los libros, además de contar de serie con un imán que sea capaz de percibir el magnetismo de toda obra literaria.
Me hubiera encantado responder que crecí junto a los pre-libros de Bruno Munari, pero sería falso, y aún es pronto para empezar a mentir en esta entrevista.
Creo que mis dos primeros poemas se los dediqué, vistiendo aún pantalón corto, a la Virgen María y a Paquirri, porque de la virgen me hablaban cada día en la escuela y del torero recibía información constante desde la televisión.
- Y la poesía como compañera… ¿fue un “amor a primera vista” o se conjugó lentamente?
Desde siempre admiré los juegos de palabras, la música del lenguaje, la paradoja, el ingenio, las piezas imposibles para puzles perversos, la pragmática, el juguete sintáctico… Así que bien podría decir que la poesía fue desde siempre una amiga nada imaginaria.
- ¿Para qué sirve la poesía?
Cuando le preguntaron esto a Borges, se enfadó, replicando: “¿Y para qué sirven los pájaros, imbécil?”. Según Michaux, “la poesía es imprescindible, aunque no sepamos para qué”. Para Ángel Guinda, “una vida sin poesía es imaginable. Una poesía sin vida, inimaginable”. Jorge Bustamante afirmaba que “la poesía no sirve para ganarse la vida, sino para ganarse el alma”. En mi opinión, la poesía no sirve para resucitar a los muertos, pero sí para resucitar a los vivos. Tampoco sirve para crear belleza, como la luz no sirve para crear la luz. La poesía no es un arma cargada de futuro. La poesía, en el futuro, será un arma.
- A Michaux no le gustaba “tener que escribir” pues eso impedía soñar. Según él, escribir no es huir sino avanzar hacia la lucidez, ¿se considera usted un viajero de lo visionario?
Me temo que no. Descreo que la posición del poeta por encima de nada ni de nadie. Creo que no hay mejores iluminaciones que las cotidianas, que se producen a cada instante. El poeta sería algo así como un pararrayos, más bien. Una “méquina dalicada”, como quería Francisco Pino. Si tengo que elegir entre Shelley (”los poetas son los legisladores secretos del mundo”) y Maiakovski (”la poesía es como la extracción del radio/ un gramo de producto por un año de trabajos”), me quedo con el ruso.
- Si tuviera la oportunidad de resucitar a algún autor ¿a quién le otorgaría tal privilegio?
Me gustaría quedar en Salamanca con Aníbal Núñez, pasear por la playa con Fernando Quiñones y ser vecino de Catulo. Pero a mí la mitomanía me paraliza, así que no hablaría apenas, quedaría como un idiota y luego me sentiría fatal. Es una suerte no saber cómo resucitar a un fallecido al que admiro. Si quiero saber de él, busco en sus libros.
- Como trovador del s.XXI ¿puede explicar lo que sucede en su interior cuando recita?
Bueno, ésta me parece la mejor pregunta y la más difícil de responder sin entrar en el misticismo. Probablemente no sepa explicarlo, y por eso me interese tanto. Si para el teatro pobre el teatro consistía únicamente en lo que pasaba entre el actor y el público, para mí la poesía es lo que ocurre entre el poeta y el lector. Cuando leemos un poema en solitario el lector se pierde la reacción del autor, y viceversa. En una lectura pública casi puede tocarse el lenguaje. Activando las herramientas adecuadas, asumiendo que una lectura es un espectáculo lingüístico, una reunión de la tribu para decidir con qué palabras puede entender el mundo, el poeta, por decirlo de alguna forma, “invoca” al lenguaje. Un recital es una sesión de ouija, una fiesta, un cumpleaños y un entierro. Recitar consiste en hacer que la palabra fuego queme.
- ¿Con qué sueña ahora?
Con que esta entrevista tenga algún sentido para alguien que no sea yo, con aprender a tocar el piano, con pájaros, con poder pagar el alquiler, con ser mejor. Ayer soñé que iba al teatro y el patio de butacas comenzaba a moverse y a visitar los tejados de la ciudad recorriendo unas vías, como si fuera una montaña rusa. Esta noche soñaré, casi seguro, que esta entrevista se la he hecho yo a usted.
- Buenas noches, caballero…
¿Qué dulce secreto
vino a traerme tu voz?
¿qué aliento fue
el que me acarició desvalido?
¿qué palabra
la que me hirió por dentro,
la que me acuchilló,
la que me lamió
sollozando violentamente?
Cesa el viento
cuando tú no estás,
y caigo rendida,
más sola y asustada que nunca,
inmóvil
pensando en quién piensa en la vida dormida,
ese lugar hermoso,
jardín extraño
con el que aún sueño.Camino con paso lento y distraído,
tratando de dilatar la llegada.
Mi corazón al borde del desmayo
y caracoles entre los dedos me susurran al oído.
La sábana del cielo en calma y
la rabia del sol titilante
mecen el murmullo de esta ciudad amable.
Es la hora.
Esther, es la hora.
Un viejo de metal sostiene entre las manos un libro invisible.
No hay flores.
No existen las flores en este lugar de vitrinas.
Los padres, las madres, los hijos
todos sonrientes en círculos mágicos
hablando de nada.
No diciéndose lo que de verdad desean decirse.
Te quiero, papá.
Arrópame en tu pecho, mamá.
Al fondo, una gran lengua de terciopelo
acaricia mi sombra,
desvelando secretos que piso sobre la alfombra,
y un lamento que llega desde algún lugar remoto.
No hay tiempo para lamentarse.
Mi vida, mi sueño,
o todo o nada.
Se pone el traje que guarda para las ocasiones y acude al punto de encuentro. La flor se la prende en la solapa y sale de casa sintiéndose renacido, con el corazón bailándole dentro. Se pasa la mano por el mentón y comprueba que su piel no raspa. Por el camino, aún le queda tiempo para improvisar saludos sin titubeos.
Elige una mesita redonda, cercana al ventanal, por donde puede ver a un perro atado a una papelera que ladra al viento, a dos hombres besándose con violencia o a un pobre que mendiga con un cartón de vino en la mano. Le pide al camarero un cortado y, mientras espera, juguetea con un pedazo de papel.
De sus manos nace una pajarita.
Mira su reloj de pulsera y excusa su retraso. Saca su cuaderno, arranca una hoja y la marca con esmero. De sus manos nace otra pajarita que deja con cuidado junto al estanque plateado.
Bebe un sorbo de café, se atusa la flor, mira de nuevo la hora y, suspirando, arranca otra hoja.
Pajarita tras pajarita el tiempo se le viene encima. Cuando observa que el camarero barre ya el serrín de los últimos borrachos, deja una moneda junto a la taza vacía y sale de aquel lugar sin páginas en el cuaderno. Se siente estúpido con aquella inútil flor prendida en la solapa. La arranca sin piedad y la arroja lejos.
Cuando llega a casa cuelga el traje que guarda para las ocasiones y allí, solo, dentro de su jaula invisible, mientras marca una nueva hoja, piensa que si las palabras hieren, más aún hiere el silencio. Se asoma a la ventana pues escucha cómo una gran bandada migra graznando hacia tierras más cálidas y ve cómo una nube de pajaritas de papel cubre el cielo plomizo huyendo de las lágrimas. Una de ellas deja caer de su pico una flor que va a parar junto a sus pies desnudos.
Siempre silencio.
Recruje la voz muda,
soñando ruido.
***
Rojo en los labios.
Trenes que chillan adiós.
Mi dulce espera
***
Ojos cerrados.
Templos abandonados,
como soñados.
***
Haiku en tus labios.
Cerezas crujiéndome
dentro, tan lento.
***
" Dime, ¿cuál es tu nombre? Me llamaré Annalisa hasta el segundo acto,
más o menos en torno al poema de la mosca,
¿lo tienes? Se te ha caído una hoja.
En realidad, me llamaré Annalisa hasta que te decidas a soñar un poema."
Extracto del poemario El fósforo astillado, de Juan Andrés García Román.
Abre la mano
deja que vea ese patio cuajado de lilas.
Y juguemos,
traje las chapas
aunque temo que tu tristeza
engulló el garbanzo
¿sientes ya cómo crece la mata?
Mira, tus ríos están secos,
igual que mi sonrisa,
como una cuerda de tender la ropa
tensa y pulcramente horizontal
a la que sólo le queda un calcetín triste y perdido.
Los peces abren y cierran la boca
como un coro de jazz.
Se están muriendo, cantando.
Beberemos cerveza,
conseguiremos todo un equipo,
y seremos felices como en los cuentos.
Post data. Alguien mató a la perdiz. Así no se ganan los partidos.
"¿Qué motivó que el cuento como nuevo género literario tuviera dos espectaculares apariciones, primero en el siglo xix y después en el xx? Curiosamente, la respuesta es la misma: su publicación en revistas y diarios. (...) ¿Qué ocurre en España con el cuento? ¿Ningún periódico es capaz de liberar una columna para acoger un cuento moderno? Se trata de dar oportunidades a gente desconocida, pero fielmente cuentistas (...) El cuento es un género narrativo mayor, quizá el más complejo en su elaboración a pesar de su aparente sencillez (...) el cuento explota en la cabeza, anida en el alma y enseña a ver la vida desde otra perspectiva (...) El cuento es el género literario más acorde con el actual mundo, presuroso y alocado, por dos motivos: por su minimalismo intrínseco y porque en su interior guarda una bomba intelectual. DEMOS UNA OPORTUNIDAD AL CUENTO"(Extracto del Manifiesto por el cuento con que se abre el nº 0 de Al otro lado del espejo)
Marcelo sube al último vagón del tren de cercanías.
Hoy lleva un traje distinto, aunque aburridamente gris.
Elige la ventana de siempre. Lee Las flores del mal.
Cuando el tren llega a su parada, Ofelia sube las escaleras del último vagón. Con la mirada, busca al hombre que la perturba cada mañana. Elige el asiento opuesto a él. Si quisieran, podrían viajar con las rodillas pegadas todo el trayecto.
Hoy jugará. Durante sesenta segundos jugará a su juego.
Marcelo sabe que tiene la mirada de su ansiada Circe pegada al cabello.
Jugará. Como cada día. La mirará y soñará cómo la folla despaciosamente, cómo besará sus labios, aspirará la oquedad de su cuello, la desnudará con demora.
Hasta que ella aguante.
Ofelia se remueve y teme que aquel hombre pueda percibir la agitación de su pecho. Mordisquea disimuladamente el pendiente de su labio.
Marcelo, palpitante, le baja las bragas y un murmullo de sangre recorre su entrepierna. Se cubre con Baudelaire y sigue lamiéndola despacio.
Ofelia se rinde. Le cuesta mantener esa mirada, así que abre su libro y lee. Hoy, 35 segundos bastarán.
Cuando Marcelo baja del tren, compra el periódico, hace un sudoku y comienza la espera.
U no llega a Vladimir Maiakovski no por casualidad. No es fácil toparse con ese autor siguiendo la senda aterciopelada de la impasibilidad. ...