-Me temo que la parte que a ti te sobra es la parte que me
falta a mí, expuso el rostro con boca pero sin ojos.
El rostro sin boca abrió mucho los ojos asintiendo.
La oreja, al margen, escuchaba atenta lo que allí se decía.
No comprendía del todo dada su ineptitud.
Sólo faltaba un cuerpo donde adaptarse. Eligieron a una
mujer que atendía cariñosamente a su bebé en el jardín. Los tres pedazos
orgánicos abrazaron, en orden, el rostro de la mujer que, extrañada al
principio, pronto adoptó un nuevo carácter, dándole una violenta e impetuosa
orden al bebé para que dejase de llorar.
El bebé aún lloró más, si cabe, al no comprender lo
que le indicaba aquel adusto hombre desconocido.