jueves, junio 23, 2016

La oferta


Fue claro. Ascenso a cambio de un brunch. Me puse poca ropa. Mucho maquillaje. Ningún prejuicio. Tomamos un red velvet. Café. Smoothie de apio y zanahoria. Le masturbé con paciencia  y me ofreció sobre su índice una gota de jugo para degustarlo. Sólo después se detuvo su corazón y cayó sobre mí, como una gran muralla en ruinas. El estúpido jamás despertó.

Adonde te lleve el cabo de un hilo.

U no llega a Vladimir Maiakovski no por casualidad. No es fácil toparse con ese autor siguiendo la senda aterciopelada de la impasibilidad. ...