Encontré en su mirada
el viento del desprecio
que arrastraba años de llanto,
el brillo del perdón
una estrella de nueve puntas
necesitaba balcones,
terrazas,
ventanas,
una sandía crujiente,
agua dulce y blanda.
La indulgencia se abriría
como un patio de lilas frescas
bajo el novilunio de nuestras bocas.
en que la ciega familia
cesara su maltrecha andadura,
hacia el horizonte de tiralíneas,
que el gato continuara lamiéndose el lomo,
los geranios brotaran zumo de incienso,
que los adioses flotaran con otro viento
con aire de abrazos,
de besos.
la extraña indiferencia
del que no entiende nada.
Cuando nada
es una verdad de nubes raudas
de veletas furiosas
de pelo agitado
de lágrimas.
Nada, es un niño
que espera a gatas
al amor vencido.