Es la mañana, y no yo, la que amanece abatida.
Mi camino se detiene
para que un hombre,
con su minúsculo perro, cruce la calle.
Yo paro. Él cruza. Nunca al contrario.
Me detengo
mientras me seduce una voz
al borde del susurro.
La voz de una madre, de una esposa, de una hija.
Es voz de amante.
Me detengo cuando
la canción desvanecida dice
que puedo ser la mujer que me sueño,
la otra, la de las alucinaciones,
la de los jardines extraños.
Como una armónica dolorida
reanudo la marcha.
En el cielo, -en mi cielo-
nubes desesperadas
buscan un lugar donde morir,
y siento que me quiebro
como una hoja seca
cuando advierto que soy yo
quien las va siguiendo.
Esther Cabrales (Madrid, 1973). Poeta. Ha cursado estudios de Derecho y de Filología Hispánica que jamás concluyó, porque siempre estuvo profundamente dedicada al sector financiero. Ha publicado Erosión (Renacimiento, 2017), Cuerpos (Renacimiento, 2019), Animal (Torremozas, 2021), Lengua muerta (Páramo, 2021), Mondo (Bajamar, 2024). Poemas suyos han sido incluidos en antologías nacionales, como son Rojo Dolor (Renacimiento, 2021), Distopía en femenino (Elenvés, 2023).
miércoles, octubre 21, 2009
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
Adonde te lleve el cabo de un hilo.
U no llega a Vladimir Maiakovski no por casualidad. No es fácil toparse con ese autor siguiendo la senda aterciopelada de la impasibilidad. ...

-
El hombre aproximativo , de Tristán Tzara . ... un tronco de árbol puesto sobre el borde fuma todavía espesas nubes y un bosque querría pega...
-
T odo empezó mañana , cuando la niña rica se pregunta, mientras contempla sus dedos de porcelana qué hubiera sido de ella de haber nacido al...