Este frío invierno se adhiere a la piel
como una musaraña precipitada,
dibujando los contornos de mi cuerpo
a golpe de uña y hiel.
Mis límites absurdos de triste enero
se confunden con el vaho de tu boca
cuando auspicia alguna promesa remota.
La lluvia siempre me recuerda a muerte.
A padres.
La nieve siempre me despierta un dolor obsceno
que palio con tu cuerpo desnudo y cálido,
al que recibo entre sábanas y susurros
con la avidez de un recién nacido.
Este frío de enero se pega a la piel
como la seda roja a la porcelana.
Así es como limita mi cuerpo
con la entristecida lejanía
de este invierno cruel.