lunes, diciembre 21, 2015

Interrogatorio

Camino, cada día, a este lado de la verja.
Señoreada por los siglos.
Aún hoy me estremezco.
Recuerdo el frío.
El vaho salir de las palabras.
No había testigos.
Tan sólo, lilas.
Un momento, no. 
Era diciembre.
Eso sí lo recuerdo.
Todo el mundo sabe que en diciembre no hay lilas, sino sarmientos.
Tenebrosos y retorcidos como un dolor.
Hacía frío, eso es seguro.
Aunque ella no lo sentía.
Acarreaba libros. Dos, tres. Cuadernos preciosamente garabateados, quizás.
Era bien entrada la mañana.
Prolijo el tráfico.
Ruidoso, ya saben,
esa clase de trajín de gran ciudad.
Pero ella no escuchaba nada.
Absorta en la mirada.
En el azul. En el naranja.
Ignoro lo demás.
Lo intento en vano.
Yo sólo pasaba por allí.
Fugaz.
Sí. 
Bueno.
Un último y pequeño detalle.
Tal vez que
la sonrisa se hizo beso.
Y eso fue lo que, a mi juicio, la mató.

Adonde te lleve el cabo de un hilo.

U no llega a Vladimir Maiakovski no por casualidad. No es fácil toparse con ese autor siguiendo la senda aterciopelada de la impasibilidad. ...