jueves, noviembre 26, 2015

Diría la verdad

Diría la verdad.
Pero no sé escribir si no es con miedo.
Tendría que despojarme del vestido que me contiene.
Para escribir mi vida, pues no sé hablar de otra cosa.
Aflojar los arneses.
Que la tela resbale por sí sola.
Si pudiera hacer con mi vida lo que hago con mi pelo,
cortarla sin miedo.
Una afrenta al temor como una afrenta al cabello.
Estas estupideces ayudan a soltarme.
Me he prometido escribirlo todo.
Como que lloro cuando rememoro la vida
de Tsveitaieva recitando versos en francés mientras la interrogan.
Como que tiemblo cuando leo a Duras.
Tú no lo entiendes. No puedo explicarlo.
No es igual a cuando te gusta un plato exquisito que te mueve y te estremece de gusto.
Es más una desazón en las encías. Cuanto más aprietas la carne que late, menos duele. Y sueltas y aprietas. Y deseas aflojar para que duela y, vuelves a presionar.
Como que me confieso una enferma de belleza.
Adicta de la tragedia.

Adonde te lleve el cabo de un hilo.

U no llega a Vladimir Maiakovski no por casualidad. No es fácil toparse con ese autor siguiendo la senda aterciopelada de la impasibilidad. ...