De modo que acaba el año, ya con una edad nada despreciable y mucho más sola. Sí, claro. A medida que uno madura se va quedando solo. Es esa soledad interior. Sólo con uno mismo. Sólo ante la vida. Sólo en la soledad. Solísimo. Y qué. Sólo en los pensamientos. En los recuerdos. En la mismísima soledad. Pero sin miedo. Ya sin miedo. Sin ese temor a sentirse perdido. Lo maravilloso es perderse. No saber quién se es, ni a dónde se va. Lo maravilloso es no saber nada, verse sorprendido por la felicidad. La pequeña felicidad. La tímida. La insignificante.
Esther Cabrales (Madrid, 1973). Poeta. Ha cursado estudios de Derecho y de Filología Hispánica que jamás concluyó, porque siempre estuvo profundamente dedicada al sector financiero. Ha publicado Erosión (Renacimiento, 2017), Cuerpos (Renacimiento, 2019), Animal (Torremozas, 2021), Lengua muerta (Páramo, 2021), Mondo (Bajamar, 2024). Poemas suyos han sido incluidos en antologías nacionales, como son Rojo Dolor (Renacimiento, 2021), Distopía en femenino (Elenvés, 2023).
martes, diciembre 31, 2024
La felicidad no es nunca grandiosa.
miércoles, diciembre 11, 2024
Valga el eufemismo.
Y no es que yo sea como ese personaje que, por cierto, entre nosotros, estaba un poco majareta, pero creo que su entusiasmo y su vehemencia siempre me han conquistado el alma y la he emulado sin saber que lo hacía. Oh, cómo sufre Catty. Qué bella es en su pesadumbre. Y todas esas montañas al fondo. Esos tentadores acantilados. Y el hermoso y hosco huérfano Heathcliff. Cuánto la ama. En fin. Maravilloso sentimiento de amor contra todo y contra todos. Lo extraordinario de la literatura se concentra en esta novela.
Todo esto lo cuento porque me hallo inmersa en la relectura de Mujercitas. Lo leí siendo una niña y vuelvo a este libro ya siendo una mujer madura, valga el eufemismo.
Cuánto disfruto con esta lectura. Cómo me gustaría escribir una novela así. Tengo doscientos mil arranques a posibles novelas que jamás pongo en práctica, ¿será que sólo sé escribir poesía si es que acaso la escribo? No es falsa modestia, si alguno lo creyera así.
En verdad creo que mis libros son el resultado de varias circunstancias fortuitas, entre ellas, desde luego la suerte, pero también la perseverancia y la tenacidad, y nunca porque sea una gran poeta. Podríamos incluso omitir el adjetivo y no mentiría en absoluto.
A los hechos me remito.
miércoles, noviembre 06, 2024
Un miedo dulce.
Sigo creyendo que el mundo es hermoso, aún cuando todo es adverso. Porque tengo la vana convicción de que aún hay algo que podamos hacer, tarde o temprano. El día que sepamos que estamos solos. El día que lo hayamos perdido todo. Sigo creyendo en la belleza. Esta espera. Busco el amor. En todos los recodos de la vida. Miro a través de las gafas del optimismo. Hay un brillo y un lodazal. Hay miedo. Un miedo dulce. Yo me entrego a la vida. Es una vieja vestida de luto dando palazos a la ropa tendida oreándose. También una niña, ovillada que llora. A veces, sólo cucarachas. Sigo creyendo en la vida. Me refugio en los lapiceros. La calle suspira. Escribo algo así como un poemario. Un puñado de poemas. Y dibujo.
Duras siempre me ha intrigado. Diría más, siempre me ha fascinado. Ayer hablé con él. Después, rompí a llorar. Fue tan hermoso. Nunca le he escrito una carta. Hace años que no escribo cartas. El amor está ahí, aunque no lo percibamos a primera vista. Está en las palabras. Y resuenan en la memoria. Si quemas una carta de amor, la carta desaparece, no así el amor. Él permanece. Por eso, sigo creyendo que el mundo es hermoso.
jueves, octubre 24, 2024
Dentro de mí una voz dice: no
Sigo dibujando porque, dibujar es, sin lugar a duda, el momento en el que más paz puedo recibir. Cierto es que nunca alcanzaré a ser excelente en este arte, por diversos motivos, como que mi aprendizaje autodidacta, es lento como una tortuga; o porque no le puedo dedicar el tiempo que me gustaría. Siempre hay en el quehacer diario cosas mucho más prioritarias que el dibujo, un calcetín viudo, un desorden llamándote. Pero creo que puedo afirmar que en mis trabajos hay (h)armonía. Ya es bastante si recordamos que, en términos estéticos, todo lo que es harmónico es bello, y todo lo que es bello puede decirse que es perfecto, propiedades que os recuerdo son divinas. No está tan mal, entonces. Bromeo, claro. Lo que sí está claro es que, en el arte de andar por casa, también encontramos su lado de belleza, a pesar de los errores. Y es que nada es absolutamente feo. A eso me agarro como a un clavo ardiendo, pero dentro de mí una voz dice: no.
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Anne Carson vista por Esther Cabrales |
La poesía de Anne Carson es aún para mí algo desconocida, salvo por algunos poemas que he leído aquí y allá. Algún intento de traducción y poco más. Sin embargo, es una poeta que me llama poderosamente la atención y dibujarla me acerca a ella. Pero son tantos los libros que tengo que comprar, que siempre la dejo para más tarde y, en su lugar, llegan otros autores, también codiciados. No se puede tener todo. Sin ir más lejos, hoy descubrí una nueva poeta de la que me he prendado. Su nombre es Martha Kornblith. Cómo llegué a ella, es lo de menos. Uno llega o no llega transitando caminos. A veces, uno ha de perderse para encontrar la salida. Por el camino, uno encuentra o no encuentra, según la mirada que posea en ese momento de pérdida. Todo está por decidir a cada momento.
Ella era poeta y, como tal, poetizaba tan bellamente, tan profundamente sobre las cosas más peregrinas que un dentista, no era un dentista, sino que era el amor mismo. Aún así, ella escribía “nunca más seré poeta / nunca más seré poeta). Y se mató.
miércoles, octubre 16, 2024
Difácil
Me gustaría saber si, en este tinglado de la vida, todo es tan difícil
como parece o si, por el contrario, todo es tan fácil como parece. ¿Somos
quienes queremos y creemos ser, o somos quienes nos impelen a ser? Y no queda
ahí la cosa, así es mi curiosidad; ¿sabemos lo que creemos saber o sólo sabemos
lo que nos permiten saber? ¡Ah, querida! Hablas como si vivieras inmersa en el
argumento de una novela de Ende.
Curiosamente -hago un inciso- escribí por puro fisgoneo en el buscador de Google
esta frase “sólo sabemos lo que nos permiten saber” y el primer resultado que
me devuelve es un artículo publicado en la web de ediciones Ende que trata
sobre los principales tipos de narradores. En general, esa frase “sólo sabemos
lo que nos permiten saber” da como resultado, en gran medida, a páginas que
hablan de los tipos de narradores en la literatura, ¿no es esto muy
hermosamente random? ¿no está todo muy preciosamente conectado?
El caso es que he llegado a una edad en la que las preguntas que me formulo pocas veces tienen una respuesta, sino satisfactoria, al menos, una simple respuesta. He debido entrar en la etapa de las preguntas trascendentales sobre la vida, la etapa del pensamiento crítico, de la reflexión sobre la vida, del autoconocimiento y blablablá. Por lo visto, hay ciertas preguntas que nos preocupan a los adultos; las formulamos, pero no sabemos responderlas. Yo por más que intento responder a la pregunta ¿se puede parar una guerra?, y si sí, ¿cómo?, creerán que estoy loca si les digo que, de repente, sólo me vienen a la memoria los poemas de Gloria Fuertes. Ella sí que sabía parar una guerra.
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Gloria Fuertes vista por Esther Cabrales |
En fin, que sigo aquí, en mi círculo nihilista que últimamente transito. Y es que, en definitiva, no he dicho absolutamente nada.
Así es esto que llamamos lenguaje.
domingo, octubre 06, 2024
Dibujar
¿Os he contado alguna vez que dibujar, ese momento que tiene algo de ritual, de magia, hace que pueda desaparecer de la escena? Es tal la abstracción, el ensimismamiento, que olvido, por ejemplo, que tengo hambre o sueño. Por olvidar, olvido que me duele el cuello al forzarlo en el ejercicio artístico. Olvido que soy yo, Esther. Olvido que la vida no se ha detenido y, cuando levanto la cabeza, ha caído la noche. Olvido que mi madre ha muerto, lo cual es bastante tranquilizador. De modo que, dibujar, podríamos decir, funciona como bálsamo, como ungüento, como aceite de unción, "te unjo con óleo" y no sentirás dolor, olvidarás, por un momento, lo triste, no sentirás el peso de la vida. Así que, dibujo. Dibujo como una niña, como una loca, como si la vida me fuera en ello. |
miércoles, septiembre 18, 2024
jueves, septiembre 12, 2024
Palabras de Jorge Pérez Cebrián para MONDO
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Jorge Pérez Cebrián |
viernes, agosto 30, 2024
El placer.
Hace tiempo que no escribo nada aquí. Solía hacerlo. Divagaba. Bueno, sería
más exacto decir que hace tiempo que no escribo nada ni aquí ni en ninguna
parte. Ahora, ya más mayor, sólo leo. Pero por qué no hacerlo ahora. Escribir
digo. Divagar, como en los viejos tiempos. Es la tristeza la que me apremia. Yo
quiero disimular, como que no, pero tengo mucho que decir. Otra cosa es que deba
hacerlo. Otra cosa es cómo debo hacerlo. Con qué forma, con qué fin. En el libro
El placer del texto, de Roland Barthes, que leo furtivamente entre mis
obligaciones, subrayo mucho. Cosas sueltas. Veamos, por ejemplo, “el texto es
un objeto fetiche y ese fetiche me desea”, […],” en el texto, de una cierta
manera, yo deseo al autor.”
Vale y qué. Son apuntes que realmente sólo me ayudan a pasar el tiempo.
Tratar de entender a Barthes es tratar de que el tiempo pase rápido. Paradójico,
¿verdad? Cuanto más complejo es el texto, mayor concentración requiere y mayor
abstracción precisa. Aunque el libro que tengo entre manos no es éste,
precisamente, sino El tambor de hojalata, de Günter Grass. Yo tenía una
vaga idea de este libro, tan sólo por el actor David Bennent, -Oscar y su flamante
tambor de hojalata en el libro-.
Y había imaginado, puesto que imaginar es inherente a nuestra naturaleza,
que se trataba de una historia terrible. Aún no lo sé, no lo he acabado, en
realidad llevo poca lectura, la que me permite la apretujada vida que llevo,
pero lo cierto es que me estoy riendo con la voz del
narrador -que es Oscar-, que me recuerda un poco a mí misma. Ahora bien, me he tenido que hacer un esquema
con los personajes porque me abruman sus impronunciables nombres.
Debo confesar que he comenzado el texto con una mentira, puesto que sí escribo, poco, pero escribo. Tengo un puñado de poemas eróticos. No en plan Leonore Kandel. Buscad e indagad. Tiene una anécdota brillante. Yo sólo conozco, parcialmente, Follar con amor. Es una compra que aún tengo pendiente. Aquí está la edición de Torremozas disponible.
No me siento cómoda siendo líricamente explícita, pero sí eróticos en cuanto a exaltación del deseo y aceptación del cuerpo como elemento sustancial en el gozo de la sensualidad. Poemas desde el deseo con cierto fondo nihilista. Y también tengo un trabajo muy personal, muy de mi vida, un canto a la familia, al que aún le falta tomar forma. De modo que, mentir así, tampoco es tan grave. Lo que sí lo es, es marcharse furibundamente, arrastrado por la tristeza. Eso es más grave, sí. Y lo siento, Gomtran.
lunes, mayo 27, 2024
Texto de Ana Castro para la presentación de MONDO.
Con Mondo me sucede algo parecido. Llega justo cuando la pequeña libretita que llevo conmigo a todas partes comienza a llenarse, sin ser algo característico en mi escritura, de poemas que exaltan el amor y la ilusión, como los que encontraremos en las páginas de este libro, sin dejar a un lado que, para que estas emociones existan y sean valoradas como tal, también deben existir sus contrarios: el dolor y la pérdida.
Aunque el amor sea el tema central que articula Mondo –el amor como reacción a la vida deshilándose–, no empacha ni embriaga, que bien sabe administrar Esther “los chismes del afecto”. Así, articula un complejo equilibrio para huir de lo cursi y, simplemente, invitarnos a bailar un tango, a escribirlo paseando juntos de la mano o presentarnos su crudeza (“el amor / es también ese bebé / bajo los escombros, / llorando con desesperación / al que, a duras penas, accedemos, / por mucha pasión que le pongamos”), cuando el amor acaba sirviendo sólo como “argumento / de un poema por escribir / un poema terrible”, de muy mal gusto, que terminamos no escribiendo porque adoramos “la estética del vacío”. He aquí otra de las claves del libro: el vacío, la soledad, y las “palabras llenas de vacío”, de las que hablaremos más tarde.
Sin embargo, sus poemas están llenos de un hambre de esperanza e ilusión (contagiosas, que conste) –“qué diablos, por fin hoy, / nada importa tanto”–. Y es que Esther persigue la búsqueda de un refugio contra las inclemencias meteorológicas de la vida, que ni es tan bonita como nos habían contado, se sucede con un carácter reiterativo incontestable y está llena de prisas y angustias por no llegar a todo.
Me gustaría recalcar dos ideas fundamentales presentes en Mondo –en línea con lo que la autora llama “poesía que sabe a mañana”– y que para mí, tal y como concibo la vida y la poesía son esenciales: la soledad y la fuerza propia. Esther escribe que estamos solas, solas con nuestra voz y nuestros libros, pero solas, y que en nuestro interior hay una “fuerza desconocida / que viene de la rabia por salvarse”.
Haya o no amor, en ese futuro que nunca nos cuadra y que una noche de repente se nos echa encima, prevalecen el vacío, el desgarro, la ausencia, la soledad pero también la fuerza dentro de nosotras mismas para contrarrestar todo lo demás. Porque vivir con los ojos abiertos y el corazón cerrado, vivir así, da miedo, y cómo contarlo, si a veces todo se reduce a la búsqueda de una palabra que nos haga mejores. En Mondo, Esther, sin duda, la ha encontrado.
jueves, mayo 09, 2024
Palabras para escribir el mondo. [Rocío Rojas-Marcos]
Palabras para escribir el mondo.
Adonde te lleve el cabo de un hilo.
U no llega a Vladimir Maiakovski no por casualidad. No es fácil toparse con ese autor siguiendo la senda aterciopelada de la impasibilidad. ...

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El hombre aproximativo , de Tristán Tzara . ... un tronco de árbol puesto sobre el borde fuma todavía espesas nubes y un bosque querría pega...
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T odo empezó mañana , cuando la niña rica se pregunta, mientras contempla sus dedos de porcelana qué hubiera sido de ella de haber nacido al...