miércoles, diciembre 11, 2024

Valga el eufemismo.

De todos los personajes de la literatura que han pasado por mis manos, o por mi escrutadora mirada, tengo dos preferidos con los que sueño o he soñado encarnarlos a la perfección. Uno de ellos es Catherine Earnshaw. Ese maravilloso y ardiente personaje de la novela inglesa Cumbres borrascosas que, con diferencia, es uno de los libros más apasionantes que he leído. 

Y no es que yo sea como ese personaje que, por cierto, entre nosotros, estaba un poco majareta, pero creo que su entusiasmo y su vehemencia siempre me han conquistado el alma y la he emulado sin saber que lo hacía. Oh, cómo sufre Catty. Qué bella es en su pesadumbre. Y todas esas montañas al fondo. Esos tentadores acantilados. Y el hermoso y hosco huérfano Heathcliff. Cuánto la ama. En fin. Maravilloso sentimiento de amor contra todo y contra todos. Lo extraordinario de la literatura se concentra en esta novela.


El otro personaje, mucho más dulce y tierno y más afín a mí, es Josephine March. Jo, para los lectores y amigos. Ahí sí que me identifico poderosamente. Saben a quién me refiero, ¿no? Sí, hombre. La dulce y emotiva novela de Louisa May Alcott. Si no la has leído, habrás visto alguna de las muchas versiones cinematográficas que existen de Mujercitas, recuerdas, ¿verdad? ¿Ya sabes quién es Jo?  Pues siempre fui un poco así. Algo andrógina, apasionada, vehemente, soñadora, escritora, juguetona, aventurera, poeta. ¡Ay! Poeta.

Todo esto lo cuento porque me hallo inmersa en la relectura de Mujercitas. Lo leí siendo una niña y vuelvo a este libro ya siendo una mujer madura, valga el eufemismo. 

Cuánto disfruto con esta lectura. Cómo me gustaría escribir una novela así. Tengo doscientos mil arranques a posibles novelas que jamás pongo en práctica, ¿será que sólo sé escribir poesía si es que acaso la escribo? No es falsa modestia, si alguno lo creyera así. 

En verdad creo que mis libros son el resultado de varias circunstancias fortuitas, entre ellas, desde luego la suerte, pero también la perseverancia y la tenacidad, y nunca porque sea una gran poeta. Podríamos incluso omitir el adjetivo y no mentiría en absoluto.

A los hechos me remito.


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