Me gustaría saber si, en este tinglado de la vida, todo es tan difícil
como parece o si, por el contrario, todo es tan fácil como parece. ¿Somos
quienes queremos y creemos ser, o somos quienes nos impelen a ser? Y no queda
ahí la cosa, así es mi curiosidad; ¿sabemos lo que creemos saber o sólo sabemos
lo que nos permiten saber? ¡Ah, querida! Hablas como si vivieras inmersa en el
argumento de una novela de Ende.
Curiosamente -hago un inciso- escribí por puro fisgoneo en el buscador de Google
esta frase “sólo sabemos lo que nos permiten saber” y el primer resultado que
me devuelve es un artículo publicado en la web de ediciones Ende que trata
sobre los principales tipos de narradores. En general, esa frase “sólo sabemos
lo que nos permiten saber” da como resultado, en gran medida, a páginas que
hablan de los tipos de narradores en la literatura, ¿no es esto muy
hermosamente random? ¿no está todo muy preciosamente conectado?
El caso es que he llegado a una edad en la que las preguntas que me formulo pocas veces tienen una respuesta, sino satisfactoria, al menos, una simple respuesta. He debido entrar en la etapa de las preguntas trascendentales sobre la vida, la etapa del pensamiento crítico, de la reflexión sobre la vida, del autoconocimiento y blablablá. Por lo visto, hay ciertas preguntas que nos preocupan a los adultos; las formulamos, pero no sabemos responderlas. Yo por más que intento responder a la pregunta ¿se puede parar una guerra?, y si sí, ¿cómo?, creerán que estoy loca si les digo que, de repente, sólo me vienen a la memoria los poemas de Gloria Fuertes. Ella sí que sabía parar una guerra.
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Gloria Fuertes vista por Esther Cabrales |
En fin, que sigo aquí, en mi círculo nihilista que últimamente transito. Y es que, en definitiva, no he dicho absolutamente nada.
Así es esto que llamamos lenguaje.
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