martes, diciembre 23, 2008

IV Certámen Relato mínimo Diomedea

LUCES DE NEÓN

Llueve. Los vehículos, con sus ráfagas, me impiden ver con claridad. A través del espejo retrovisor veo sus ojos suplicantes. Gritan enmudecidos. Tengo a la chica y el dinero. Ahora no es el momento, pero lo cierto es que, abriría la puerta y la dejaría huir. Con sus medias rotas. Tal vez podríamos hablar, tomarnos unas copas. Pero los negocios son así.


A esos cabrones les da igual la chica. No tienen hijos. No saben lo que es el dolor. Ella solo es una pieza que sobra en este rompecabezas. Jugarán con ella y después le meterán una bala entre sus preciosos ojos.


Diluvia. Deben estar dentro. Esperándome. Las luces de neón brillan duplicadas en el asfalto. Bien. Esto es lo que haré. Saldré del coche. Cogeré el dinero y después, la chica. La entregaré, tal y como acordamos. Ellos me darán mi parte y yo no volveré a pensar en ella jamás. Se acabó. Qué más da lo que hagan con su piel.


Cojo la bolsa con el dinero. Está húmeda. Bajo la ventanilla y la arrojo al suelo mojado. Meto primera y acelero. Segunda. Tercera. Los ojos de la chica me siguen mirando. Ya no hay vuelta atrás.

Esther Rodríguez Cabrales

miércoles, diciembre 17, 2008

Esther en el espejo

Me gustaría -de verdad me gustaría- poder asomarme al océano de este espejo y reconocerme en él sin que me arrastrara la marea. Creer que esa mujer es la misma mujer que hay bajo mi piel. Que con tan sólo hurgar con el dedo índice pudiera surgir de dentro, brotando como una diosa mortal. Que arañando mi piel, rompiéndola como papel de seda, emergiera de ese pantano oscuro que crece en mi vientre, donde las flores son negras y se riegan con sangre y lágrimas.

Ver en esos ojos mi propia mirada. Ésa que anda perdida como un fantasma condenado a ver lo que nadie puede ver. Lo que nadie se atreve a ver, arrastrando unas pesadas cadenas amarradas a la cruz de mi frente.

Pertenecer a esa sonrisa que se come una fresa, amarga de tentaciones, mientras me observa con la indiferencia de una canción gastada. A esas manos que peinan el cabello con cien golpes de cepillo mientras bisbisea nanas recónditas que nadie escucha. A esos dedos que recorren de arriba a abajo un rosario de secretos.

Saber que ella duerme a mi lado, como mi hermana gemela. Que me sueña suave y tranquila. Que me mece y me vela. Que me cuenta al oído nuestra vida y me dice que esta locura que nos ata es sólo nuestra.

Y me gustaría –de verdad me gustaría- creer que esa mujer que me mira soy yo misma.


viernes, diciembre 12, 2008

Primeras luces

Una arteria de neones –blancos, rojos-

divide la ciudad en

hemistiquios urbanos,

mientras la

noche

se

arquea

sobre su vientre

hasta desaparecer.

jueves, diciembre 04, 2008

La amante inmóvil

"Tacones maravillosos son los que arañaba mis pies,
¡tacones! ¿en qué camino resonáis ahora? ¿acaso volveré
a veros?"

de Las profundidades de la noche.
(Robert Desnos)



Te encontré una tarde tirada en la calle.
Una tarde de frío y llanto escarmentado.
Una tarde vacía
de mí.
Arrastrada de pesado letargo.

Ruth... ¡oh, Ruth! mi inquietante y bella Ruth.

Paseaba perdido, buscando algo de lo que fui.
Pero sólo hallé basura.
Restos de una vida.
Después tú estabas allí. Inmóvil.
Entre condones difuntos y fruta podrida.
Tu pelo ovillado de plástico inflamable brillando al sol,
parecía gritar una suerte de promesa,
un futuro certero para los dos.
Ciegos en el desierto.
Sueño de látex desabrigado
de un terco pasado enrarecido.
Haarlem y tulipanes muertos.

Toqué tu fría y desnuda piel.
Creí amarte. Odiarte tal vez.
Ruth... ¡oh, Ruth! mi inquietante y bella Ruth.

Te llevé a casa, después de escuchar tus mentiras.
Oh, Ruth.
Te lavé las heridas de tinta.
Besé la oquedad de tus ojos.
Yacimos en la cama durante años.
Me perdí en tus bosques.
Nuestro amor era profecía.
Tu piel, fría.

Me contaste todo aquello de cómo llegaste hasta aquí.
Del océano. Del trigo y del sexo.
Tu nombre era otro.
Tu nombre era cualquier nombre en tu vida inmóvil.

Hablaste del abandono. Del dolor.
Te quise creer, Ruth. Hice todo lo posible. Y te creí.
Mudaste de agonía.


Pero hoy, es de nuevo ayer, Ruth
he visto que has preparado tus cosas.
Te marchas, dices. Que no aguantas.
Que te ahogan mis ganas.
Lloras, lloras, lloras.
Ruth... ¡oh, Ruth! mi inquietante y bella Ruth.

Cerrando esta puerta, abrirás muchas otras.
En el suelo siguen tus tacones muertos. Tristes.
Me pregunto qué nombre rozará tu frente.
¡tacones! ¿en qué camino resonáis ahora?
¿acaso volveré a veros?

He salido a pasear solo.
Mis pasos sólo saben reanudar caminos.
Buscaré algo de lo que fui.
Tal vez, entre restos de vida, te encuentre,
mi bella e inquietante Ruth.



domingo, noviembre 23, 2008

Egoísa


Todo empezó mañana,

cuando la niña rica se pregunta,

mientras contempla sus dedos de porcelana

qué hubiera sido de ella de haber nacido

allí,

tan lejos,

tan pobre,

sin pan con semillas de amapola,

sin fitness

con kurta,

entretanto ordena su cálido miniapartamento,

toda aquella maleza que dejó el gin tonic,

sábanas limpias de ausencia,

mi sucia Egoísa.

La niña rica se calza su traje de espantaviejos,

se marcha a un barrio desarraigado

de Madrid,

donde los dioses rugen

entre geranios,

un lugar hipotecado,

arruinado,

la niña va con su agenda henchida de botox

a coleccionar desahuciados,

juguetes rotos.

La niña rica reza para aplazar la noche polar,

le pide a los reyes un glaciar gigante

para guardar en su baño traventino

una fría ducha de vida

con la que pueda limpiarse la herida,

arrancar de su piel

aquella malvada mirada

de esfinge sueca.

La niña rica piensa

lo bonita que es la calle

con sus mendigos tan bien puestos,

instalados,

en hogares acartonados,

cajeros

maltrechos,

que tan bien arden.

Cuando los cimientos de los más importantes edificios,

de las más importantes ciudades,

cimbrean a ritmo de Amy.

La niña rica sonríe

al ver a unos pequeños

rellenos de ellos mismos hasta la saciedad,

pegar cachetes

a otro

que va al colegio

solo,

y piensa con ternura cuánto aprenden los granujas

las tardes de invierno

frente a la play station,

mientras nos lamentamos

del poco tiempo que disponemos

para nosotros mismos.

Entonces la niña rica cree

que ya es hora de privatizar la pasión,

de formar una sociedad anónima

-o como se diga-

con sentimientos y

eso tan bonito llamado amor,

compartirlo todo, tener hijos,

uno al menos,

para que continúe pagando,

con dulce agonía

la hipoteca que un día

les unió.

La niña rica

necesita descansar

en una playa paradisíaca,

recibir baños termales,

masajes de chocolate,

en definitiva,

ser persona.

Egoísa toma entre sus manos

un billete de avión

JK5022

destino Gran Canaria

y promete que a su regreso

arreglará todas esas cosas

hirientes

que tiene pendientes

con sus padres,

pero antes,

antes necesita

ser persona.

Triste Egoísa,

no sabe que ayer

será el mejor día

para decir las cosas que no dirá mañana.




(Se supone que este post es mi resumen del año 2008 en 365 palabras, ni una más, ni una menos. Podría haberlo escrito de otro modo, pero ya no sería yo, ni sería mi año. Vótame pinchando VOTAR el cuadro rojo si crees que ha merecido la pena contarlo así.)



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viernes, noviembre 21, 2008

Noviembre

Noviembre

con su batir de alas

me espera sobre el asfalto

roto.

 

Hay un espanto en el suelo

que me recuerda al frío

de sus ojos.

 

Noviembre hielo en tu mirada.

Tu voz,

un témpano agotado,

no sabe de amor.

Y calla.

 

Un revuelo de otoño

se agita entre mis pies

azarosos,

 

un gajo de luna

un palacio

de oro.

 

Y la vida fluye

de neones

precipitada,

y Noviembre y mi pelo,

y todas aquellas fotos

y la constancia del cielo.

 

Noviembre olvido en tu cama.

Sábanas de seda

que no esperan

nada.
 

Tu voz,

un atabal mudo,

no sabe de ternura.

Y calla.


lunes, noviembre 17, 2008

Recital: JOSE IVÁN SUAREZ




R E C I T A L de P O E S Í A A U D I O V I S U A L

JOSÉ IVÁN SUÁREZ presenta el libro GNOMON

Lunes 24 de noviembre, 19:30 horas
Biblioteca Regional De Madrid Joaquín Leguina

Calle Ramírez de Prado, 3 Metro Delicias
Red de Arte Joven de la Comunidad de Madrid

domingo, noviembre 16, 2008

Cosas que pueden sucederte cuando lloras mientras conduces.

que se te empañen los cristales de las gafas,
que no tengas a mano un poema para sonarte la nariz,
que el copiloto termine también llorando,
que el resto de los conductores crean que ríes,
que tengas que dar varias vueltas a una misma rotonda hasta que aciertes con tu salida,
que suene en el equipo del coche Warning sing.

En ocasiones puede suceder, que se den todas a un tiempo.

viernes, noviembre 14, 2008

Dicen que vieron al amor, vestido de paisano,

con un macuto a la espalda,

silbando.

 

Por lo que se ve,

se marcha

a tierras extrañas,

pues quiere ver mundo.

 

Si miras lejos,

más lejos,

verás un punto

disolviéndose en el cielo.

 

Pues ese punto

es él.
 

¿o es una mosca?


martes, noviembre 11, 2008

La ventana

Volví a mirar por la ventana. Aquella ventana triste que daba a un muro. Algo más arriba había otra ventana, pero no era como la mía. Ésta era oscura como la boca de un ogro. Nunca había visto a nadie asomado a ella. Tal vez por eso la observaba con tanto interés. La contemplé un instante más, con los papeles aún en la mano y la mirada perdida en la negra densidad. Me había dado cuenta de que se había convertido en una acción reflejo. Dejé los papeles sobre la repisa y di media vuelta hacia la mesa de trabajo, con ese sentimiento de derrota e incapacidad de comprensión que nacía siempre de aquel encuentro con la nada.

Ya era la hora. Recogí la cazadora vaquera del respaldo de la silla, me la puse y me marché arrastrando los pies. Me cegaba el gris del cielo. Todo parecía igual. La calle con los mendigos tan bien situados, con sus harapos y las manos sucias, y esas pastelerías de petit croissant justo al lado de ellos, con gente guapa que sale y que entra, que mira y sonríe y se besa. El bullicio y el tráfico moviéndose de aquí para allá. Llegaría tarde a la visita. Era evidente. El semáforo no terminaba de cambiar a verde. Después el cíclope metropolitano atestado de pequeños hombres y mujeres, igualitos unos a otros, con esos dichosos móviles sonando a bachata. Todos quieren entrar. Todos quieren salir. Todos hablan a un tiempo. Ese mismo tiempo que no para.

A la salida, el hospital se alzaba ante mi como una gran montaña blanca. Pasillos, doctores, batas verdes y ese olor nauseabundo a comida caliente y anestésicos. En la habitación, sólo la paz y ella. El dolor se pasea de puntillas, casi sin decir que está. Le di un beso en la cara. Pensé que era más pequeña que antes. Miré sus dedos blandos, sin uñas. Su cabeza sin pelo. Se me llenaron los ojos de llanto. Dejé el bolso sobre la escuálida silla y me quité la cazadora. Quedaba poco tiempo para todo. Ese tiempo que no para. Al fondo, había una ventana. Otra ventana. Me acerqué hasta allí y volví a mirar a través de ella, buscando no sé qué, sin saber, que la boca de ogro estaba allí, a mi lado, con su aliento acariciándome el cuello.

viernes, noviembre 07, 2008

Es cierto. Me vino bien.
Necesito esa música para mecerme en su canto apenado.
Y necesito más.
Como pensar en árboles.
En raíces profundas.
Perderme en el camino.
Y continuar avanzando.
Recoger frutos.

(¿Dónde están?)

Quizás sea temprano.
Dentro queda arena.


Tal vez una causa perdida.
(Quién sabe.)


Pero para qué detenernos. Es pronto.

¿Has escuchado a los búhos?
Me dan miedo.
Son tan bellos y tan oscuros...

A veces, cuando cierro los ojos, mi oscuridad se hace bosque.
Y el miedo, acude graznando a picotear mis sueños.
Pero para entonces, ya he abierto los ojos.

Hay un pájaro azul en mi bolsillo.
Se revuelve tranquilo.
Aún queda camino.
Tal vez, el final llegue algún día.





(Gracias por la canción.)

lunes, noviembre 03, 2008

La extraña mirada.

Encontré en su mirada

el viento del desprecio

que arrastraba años de llanto,

siglos de apatía.
Añoraba

el brillo del perdón

una estrella de nueve puntas

necesitaba balcones,

terrazas,

ventanas,

una sandía crujiente,

agua dulce y blanda.

La indulgencia se abriría

como un patio de lilas frescas

bajo el novilunio de nuestras bocas.

 
Esperaba el momento

en que la ciega familia

cesara su maltrecha andadura,

hacia el horizonte de tiralíneas,

que el gato continuara lamiéndose el lomo,

los geranios brotaran zumo de incienso,

que los adioses flotaran con otro viento

con aire de abrazos,

de besos.

 
Pero encontré en su mirada

la extraña indiferencia

del que no entiende nada.

Cuando nada

es una verdad de nubes raudas

de veletas furiosas

de pelo agitado

de lágrimas.

Nada, es un niño

que espera a gatas

al amor vencido.

 

martes, octubre 28, 2008

Distancias

Entre tu vida y la mía

existe un espacio de tiempo yermo,

que nos secciona

y nos prodiga

en una falsa cercanía

de fantasmas. Distancias.

Soy un cuerpo incorpóreo

de materia etérea.

Tócame. No me toques.

El camino es largo

para quien lleva en los ojos

una venda negra y certera.

Avanzo ciega por un camino baldío

esperando encontrar tu presencia,

y rozar las espinas de tu lengua con la mía.

Salvo distancias, turbada,

espinas, llagas,

y la lejanía no calma

este dolor de abandono

que se instala en mi cama.

Es la distancia la que me salva

de tamaña agonía.


lunes, octubre 20, 2008

Miedo


Todas las noches

un hombre extraño

en pijama y zapatillas

lee el periódico

sobre el sofá de mi salón.





jueves, octubre 16, 2008

Henry

¿Cómo es posible? ¿eh Henry? dime ¿cómo es posible? Será que en novela negra, Henry, abres un mundo que no abren otros. Ni Juan, ni Guillermo, ni siquiera Enrique. Un mundo de humo, y lluvia. Un mundo de cloaca y mujeres hermosas, rotas. Pero estamos aquí Henry. Y decir aquí es decir tierra de olivos. De Soberano. Esto no es Chicago Henry. ¿Y las conversaciones? Te comprendo, Henry. No es lo mismo ¿verdad, amigo? No es igual preguntar "ey Henry ¿viste cómo quedaron los Rangers? ¡qué partidazo! Somos americanos, ¿eh Henry? Los putos amos." No es lo mismo. No. No es igual pedir al barman un whisky doble sin hielo, y mirar de soslayo a ese tipo inhabitual en el Night Club. No. En novela negra no es lo mismo. No es igual Sabina que Waits. No. Te entiendo Henry. Entiendo que viéndote a ti, uno piense en gánsters, en ley seca, en sangre. "¿Ey Henry, irás el Día de Pascua a ver al Padre Benjamin?" Irás Henry. Y darás tu mano al Padre. Con la otra guardarás tu BlowBack. Y llegarás a casa. Tu mujer te estará esperando con un pastel de manzana recién horneado. Y le darás un beso. Un beso de amor verdadero. ¿Verdad Henry? Y los niños. ¿He dicho los niños? Porque tendrás hijos Henry. Los niños saltarán de alegría al verte. Se subirán sobre ti. ¡Papi! gritarán. Ellos no saben. Tranquilo Henry. Duerme. Yo también lo sé. Por eso, para mi, tu nombre sobra.

miércoles, octubre 15, 2008

Opciones que tienen que ver con esa raya llamada horizonte

Podría nadar y nadar. Nadar a contra corriente. Nadar hasta la extenuación. Dirigir la mirada hacia aquella línea llamada horizonte y no cejar en el empeño. Hasta conseguir alcanzarla. Tocarla.

Pero también podría dejar de mover los brazos y las piernas. Quedarme flotando como un pedazo de corcho, oscilando arriba y abajo, viendo cómo sube y baja aquella línea llamada horizonte, allí lejos. Siempre lejos. Y simplemente, observarla.

martes, octubre 14, 2008

El árbol de los deseos.

La noche aún permanece.

Son esas cosas que tiene el otoño.

Y entre mis brazos El árbol de los deseos.

Era Faulkner y no otro.

Pero no me llega.

"Si yo mandase en una guerra –dijo Éxodo-, me conseguiría un buen puñado de mujeres casadas, les vendaría los ojos, las pondría en una dirección y les diría: Sigan adelante tal como están ahora, y cuando tropiecen con alguien, será su marido. Así es como organizaría la guerra."

No
que no.

viernes, octubre 10, 2008

Negro, muy negro


Raymond Chandler

Decir novela negra es como decir Raymond Chandler pues fue él quien acuñó el término en su libro El simple arte de matar.


Aunque sería Dashiell Hammett el verdadero fundador del género -eso he leído-.

Dashiell Hammett

(Esta era la revista en donde publicaba sus relatos allá por los años 20)


Hay que ver qué individuos tan adecuados.


Me preguntaba, antes que nada, y ya que me tocará escribir sobre ello, qué elementos son los que deben definir a una novela negra, y me encuentro con palabras muy asiduas a los periódicos como miedo, violencia, injusticia, corrupción e inseguridad. Voilà! Chandler trabajaba de reportero en el London Daily Express y en el Bristol Western Gazette. Si a eso le sumamos su interés por la escritura, es comprensible que deba salir algo así como una novela negra. Inevitable. No basta entonces con que sólo aparezca un muerto, porque el muerto ya lo tengo. Por lo demás el texto narrativo debe contar con una atmósfera asfixiante y un lenguaje crudo, directo. En este tipo de relatos prevalece la sostenibilidad de la imagen decadente de la sociedad, y por ende, la falta de ética.


En algún sitio he leído también que la novela negra es una suma de género policiaco y violencia, y que existen tres tipos de novela negra dependiendo del punto de vista: la del detective, la del criminal o la de la víctima. Asi que, tengo el muerto y el punto de vista.


¿Es suficiente con esto para comenzar a escribir un relato de este género? Hombre, pues no, claro. Hay que sentir que se escribe para .Maten, maten ustedes pero con arte, como hacía Chandler, y después lo contamos.

miércoles, octubre 08, 2008

In principium error fuit

Me pregunto si yo también comencé con un mito, o como un mito, no sé qué es más exacto pensar. No me llamen vanidosa, no es esa mi intención. Ustedes también nacieron de un mito –eso creo, pregúntenles a sus padres si les esperaban sentados a la mesa del comedor al calor de un brasero-. ¿El mito de mi origen procede de un error demiúrgico? si es así, no dejo de ser tan tradicional y previsible como el resto. ¿Ven como no es para tanto? Por mucho que me empeñe, mi arranque en esta vida no es sino producto de un error de cálculo –entiéndanme, si la cuarta de cinco hermanos, no corresponde a un error de cálculo, a qué entonces-. No se esperó al novilunio. No. Ni se aguardó a la comunión de astros. No. Tan sólo fue una distracción. Un error del demiurgo aburrimiento. Eso me sitúa socialmente dentro de ese movimiento demográfico llamado baby boom de los años setenta que tan mal vendrá para las futuras pensiones. Y con esto reivindico mi posición dentro de la Generación Nocilla, que aunque literariamente y estilísticamente me toque de lejos –está bien, apenas si me roza- al menos me tocará alimenticiamente –extraña palabra-. Puedo demostrar que he ingerido decenas, qué digo decenas, centenas, ¡miles! de bocadillos de Nocilla de dos gustos, y aún lo hago. He bailado a Mecano y a Hombres G. Lloraba con Europe y me mesaba el cabello con Miguel Bosé. Y por si eso fuera poco me ha dado por escribir. Qué le vamos a hacer. Soy tan previsible y tradicional como todos los individuos del 73, y ando como pollo descabezado buscando mi discurso narrativo como todos los individuos del 73, sólo que yo lo hago a la deriva, sin participar en ningún discurso dominante, así me pasa, claro. Pero no se equivoquen, estoy contenta y orgullosa de ser, en definitiva, un error.

viernes, octubre 03, 2008

Todo parece seguir un orden armónico. Una suerte de baile matemático que ondula el tiempo. Los avatares del día a día se conectan a través de tendidos eléctricos invisibles. Cables de tender la ropa. Antes de concluir el libro de relatos Tres rosas amarillas de Raymond Carver, La máquina del tiempo me envía a mi correo una serie de cuentos de distintos autores y de distintas épocas. Leo los títulos de arriba hacia abajo. Los Asesinos de Hemingway, Algo de Tolstoi, de Tennessee Williams, algo de mi triunvirato Bolaño, Cortázar, Borges. Sonrío al leer algún título. Por ejemplo cuando veo entre ellos el cuento Tres rosas amarillas. Continuo. Me detengo en otro. Se titula La tristeza. Es de Chéjov. Me viene que ni al pelo. Será por lo que siento. Instintivamente busco la definición de tristeza. Después leo el cuento. Las voces de mis compañeras de trabajo llegan amortiguadas. No sé lo que dicen, pero oigo cómo ríen. Da igual, estoy metida en una burbuja. El porqué de todo esto aún no lo comprendo, pero siento que necesito leerlo.

No lo leo, lo devoro. "La capital está envuelta en las penumbras vespertinas. La nieve cae lentamente en gruesos copos, gira alrededor de los faroles encendidos, se extiende, en fina, blanca capa, sobre los tejados, sobre los lomos de los caballos, sobre los hombros de los humanos, sobre los sombreros." Me agobia el personaje y la situación. A la noche retomo la lectura del libro de relatos de Carver. Sólo me queda el último. Se titula Tres rosas amarillas. ¿Por qué esa insistencia? Siento cierto placer antes de leerlo. Por muchas razones. Por la librería. Por el gusto compartido. Por la literatura. Leo: "Chejov. La noche del 22 de marzo de 1897, en Moscú, salió a cenar con su amigo y confidente Alexei Suvorin. Suvorin, editor y magnate de la prensa, era un reaccionario, un hombre hecho a sí mismo cuyo padre había sido soldado raso en Borodino. Al igual que Chejov, era nieto de un siervo...". Siento a Domi toser a lo lejos, mover las páginas del periódico. Cuando se revuelve en el sillón de ese modo, casi imperceptible, sé que no le queda mucho para rendirse ante el sueño. Por un instante, como una ráfaga, pienso que cenobio suena a cenutrio. Me gustan esas pavadas. Cuando termino el relato, suspiro. Todo parece seguir un orden armónico, una suerte de baile pitagórico. Cierro el libro y lo dejo sobre la mesilla. Me arrebujo entre las sábanas y pienso en la absurda idea del declive del libro. Imposible. Después, duermo como una bendita.

miércoles, octubre 01, 2008

Mejor no continuar leyendo, dice el economista somnoliento. Tiene el pelo aplastado. Sus pies son pequeños como los de un muñequito que corona una tarta de bodas. Una suerte de hombre menguante desenfundándose su traje de motorista bemewiano. Lees la primera página y se te quitan las ganas de seguir, continua diciendo. Así están las cosas. Los periódicos económicos dan miedo. Es un desastre. El libro que estoy leyendo parece acompañar el infortunio de estos días. Los personajes de Carver me angustian, y sólo hacen prolongar el desconsuelo que me dejó Fante. Así están las cosas. El buenos días se alarga por el pasillo. Ya es ayer. Un gran agujero negro habita en mi estómago. Me va consumiendo. Una jauría de perros lloran desconsolados en mi cabeza. Camino sobre mis pasos, bajo jirones de sol. El jardín me espera verdeado y silencioso. Allí se juntan las palabras en voz baja. Son verdades. Son besos de viento ¿Dónde queda el mañana? La nuit je mens riza el recuerdo remoto. Se agotan las esperanzas. Quizás mañana. Quizás. Mientras tanto viene el tiempo en el que se caen las hojas. Se arremolinarán entre mis pies, como mañana. ¿He dicho mañana? Puede que la luz aún persista. Que la casa se mantenga en pie. Aquella casa. Quizás mañana sea el principio.



jueves, septiembre 25, 2008

Una mañana, al despertar, los dioses habían caído. Sobre la estantería no quedaba más que polvo orillado de su recuerdo, y unas gafas. Un simple esbozo de luz y sombra. Acaso nada. El suelo había quedado lleno de miedos. ¿Dónde la esperanza? ¿qué haremos ahora sin dioses?, preguntaba mi mujer con un vaho que me empapaba la cara ¿qué haremos? ¡Los inventaremos!, animaron unos. ¡Los reconstruiremos!, aseguraron otros. ¿Y si rezamos?, preguntó mi mujer. La pobre... cuánta esperanza guardan sus ojos. Rezamos. Dios lo sabe. Rezamos durante siglos. No valió de nada.

 

Recogí los pedazos y me fui a caminar. Solo. Tal vez me zafé del miedo. Pero, cuando regresé a casa, un dios mediocre me esperaba. Salmodió un saludo socarrón. Pero ¿qué se había creído aquel Dios? Las heridas cubrían su cuerpo agrietado. Advertí que se había puesto mis gafas. Son mías, dije. No me escuchó. Me pidió ayuda para subir a la estantería. Y allí está. Con mis gafas puestas. Mi mujer postrada ante Él. La pobre...



martes, septiembre 23, 2008

Comienza este triste espectáculo
de la alegría fingida,
la de galones al sol,
la de apretones al desamor,
la de los padres, la de los hijos,
la de los hijos de su padre,
la del adiós.


La domadora de leones,
como ya es costumbre
se sacude ese olor rancio que tiene la existencia.
La mona funambulista,
orea su ánimo tendido en la cuerda tan manida,
dispuesta a perder de nuevo su vida,
y la payasa infeliz, se pinta los labios
de rouge 66
y todo, para fracasar again.

Mientras, la mujer barbuda
no deja de practicar
esa violencia doméstica que tan bien asimiló,
ay que ver, lo fuerte que es y lo dócil que parece.
Luego, después, la gente dirá
no sé que pasó,
era una mujer muy amable.

El motorista chino,
esta noche apenas ha dormido,
pensando en los valores de la bolsa
de los que se mantendrá retraído.
Por lo demás, hay un león harapiento,
una cuerda floja,
una cereza de silicona
una barba roja,
hasta una pobre vieja.

Por lo que se ve hay sobrecarga en la red,
pero eso significa que todo está preparado
para este triste espectáculo
que comienza y termina
cada día.



jueves, septiembre 18, 2008

Sabía que tras las nubes,

la luz aún brillaba.

Así que esperó

alentada por el viento

de su voz.

 

lunes, septiembre 15, 2008

Gritar. [Ricardo Menéndez Salmón]


137

Cogí con muchas ganas a Ricardo Menéndez Salmón del que se comenta entre la crítica más lateral, como así la llama Vicente Luis Mora –crítica literaria que se deja permear por su entorno cultural- ser "uno de los narradores más exquisitos, honestos y originales de la nueva narrativa española". Cuando uno decide que el mundo literario que más le gusta, o le interesa, o en el que más cómodo se encuentra es el entorno a esta generación de escritores afterpop, asume como complicación –digamos también como reto- el riesgo de no comprender del todo lo que se lee. El porqué escogí Gritar, en lugar de Panóptico, La ofensa o Derrumbe, su novela más reciente, debe ser por mi inclinación hacia el gusto por el relato corto, género, primo-hermano del cuento, en el que en poco espacio cabe un universo.

Gritar son nueve relatos, sucintamente dedicados, y alguno –en fin, uno- peinado con una buena cita de Proust. Penetrar en ellos es tan sencillo como coger una llave y abrir la puerta. Pero una vez dentro de su mundo, una vez que se es su mundo, nada extraña. Si que es cierto que los relatos son arriesgados y muestran el mundo como lo conocemos hoy, con sus problemas, miedos y conductas. Pero lamento tener que decir que estos nueve relatos cometen el exceso de la previsibilidad. Si algo he aprendido en estos años de lectora es básicamente que me gusta que un relato sea capaz de sorprenderme. Ricardo Menéndez Salmón no lo consigue en Gritar. No he podido evitar anticiparme a las historias, como cuando se ve una peli mala a la hora de la siesta que sabes de antemano que el chico guapo y dócil es el asesino de la prostituta. Algún rasgo en ellas las hace evidentes y no creo que ese algo sea mi imaginación. Me da la sensación de que falla en ese proceso de escritura la fórmula original, exquisita y honesta de la que habla la crítica.

Por otro lado hay una tendencia a extranjerizar los relatos, globalizarlos, no sé cómo decirlo, hacerlos internacionales usando nombres y escenarios como Olsen, Bruni, Richard, Joshua McNaughton, Karen, Pieter Rühs que no es que me guste más o menos, simplemente me pregunto porqué allí y no aquí, ¿una forma de abrir fronteras a su literatura? ¿o una manera de remotizar historias hacerlas verosímiles o interesantes?

Me sabe mal que mi impresión sea esta que dejo escrita y lo cierto es que hubiera deseado que fuera otra, más amable y menos contundente, porque tenía ganas de Ricardo Menéndez Salmón, pero pesa demasiado el desencanto. Desde luego lo seguiré intentando con Derrumbe. A veces las decisiones de nuestras lecturas no deberían ir tan de la mano de la crítica, pues puede suceder que sea la misma crítica la que aplauda a autores con los que comparten más que la literatura.

viernes, septiembre 12, 2008

Hoy me asaltó el recuerdo de Merceditas, la niña coja, ¿te acuerdas de ella? caminaba arrastrando con disimulo el pie derecho, como un ángel caído. Daba la impresión de que se acababa de torcer el pie. Pero no, Merceditas nació sin poder hacer el juego del tobillo. Su piernita crecía rígida. Siempre tardaba más. Tardaba más para llegar al cole. Tardaba más para salir al patio. Tardaba más para encontrar nuestro escondite en el que nos quedábamos horas, hasta que se nos olvidaba que nos estaban buscando. Merceditas no jugaba al truque. No podía adoptar la figura del flamenco dormido. Se limitaba a mirarnos con su bocadillo de mortadela en la mano, al que daba pequeños mordiscos. No sé si alguna vez hablaste con ella. Yo si. Cuando nadie me veía solía contestar sus preguntas. Tenía un aire intelectual Merceditas. Me hablaba de La cripta embrujada y yo le preguntaba si era una historia de Enid Blyton. Sonreía magnánimamente, como excusando y me explicaba lo divertido que era aquel libro. ¿Te apetece venir a mi casa y lo leemos juntas? Pero yo no tenía tiempo para Merceditas.

Siempre la veía alejarse tranquilamente, dándose oportunidades. Tuvo la suerte de aprender que no vale de nada la prisa, excepto para caer. La vida se nos viene sola, a su ritmo, al compás de un cojeo. Desde atrás se la veía arrastrar el pie con disimulo. Me pregunto cuántos libros irá por delante de mí.


lunes, septiembre 08, 2008

Hoy las nubes han caído hasta sus pies como un ejército triste. Juana de Arco recorre el Paseo de Recoletos cortando cabezas a su paso. Casi no se puede caminar en el valle de las Termópilas.

 

Parece que llega tarde y el árbol no aparece. El agujero negro de su pecho lo siente lleno de melancolía barata. Tantas ganas de nacer. La mano en el pecho. Al fondo, una goleta gris de siete palos aguarda su llegada cuajada de persas y economistas.

 

Un anunciante grita las noticias desde la torre más alta, tienes derecho a morir, tu cuerpo es tuyo. Nosotros, los snobs, te ayudaremos. Smells like you parecen canturrear las flores. No se puede enfrentar una batalla habiendo desayunado sólo un love will tear us apart.

 

Un sombrerero loco va sujetando su cola de seda y organza para que no arrastre por el suelo lloroso. Tienes que estar guapa de blanco. Ella embarcará para no volver. Eso debería saberse. Hundirá espadas en los pechos desnudos, beberá su tétrica victoria con entusiasmo y llorará en silencio su marcha. Porque ella embarcará para no volver. Eso debería saberse.







jueves, septiembre 04, 2008

Este vivir incompleto

tragando pedazos de cristal,

ahogándome en imprentas, ficciones,

este soñar con toda la nada

de hermosas maldiciones.

 

Este tormento de gatos muertos

de herrumbre

de arañazos y lamentos.

 

Este amparo en la metáfora,

en la libropatía compulsiva.

 

Este doliente respirar

el aire viciado de ti,

sólo consigue que quiera escapar

huir, correr

de este cuerpo que hoy me acoge.

 

miércoles, septiembre 03, 2008

Entre estar triste y depresiva. Con ganas de viajar al último confín pero sin moverme del sitio. Entre querer descubrir el mundo pero sin dejar de levantar la vista. Entre querer percibirlo todo pero sin llegar a abrir los ojos. Entre querer ser todas pero ni siquiera ser yo. Cansada de las verdades indelebles, cuando parece que sólo el amor puede arreglar el mundo. Un mundo amenazado por la noche polar. Espera, un segundo. Stop. Parece que ha quedado ceniciento. Si ha quedado gris, será que lo es. Cansada. Muy cansada.

lunes, septiembre 01, 2008

Me encantan los comienzos de mes. Son como si se abriese la veda a las oportunidades. Algo así como mes nuevo vida nueva aunque casi nunca se cumple. Mes tras mes todo sigue igual. Yo sigo con los apuntes. Es como un vicio. Apunto un apunte, y después, un apunte del apunte. Los separo por meses y por temáticas y garabateo el cuaderno Kukuxumusu con frases que no llegarán a ninguna parte. Allí apunto que AM recomienda encarecidamente Dietario voluble, de Vila-Matas. Es más, se lo recomienda a todos esos individuos que se creen escritores, dice: "pensando esas tonterías en lugar de envidiar determinada manera de escribir a la que ellos no llegarán ni volviendo a nacer, se despistan y se caen dentro de la bañera, se parten lo que les queda de espinazo y terminan medio ahogados. Hombre, no pierdas el tiempo, lee Dietario voluble y a ver si aprendes a escribir."

Hoy creí que iba a ser distinto. Sí, lo confieso. No sé cómo de distinto, pero diferente. Sin embargo ha sido como siempre, pero con más gente. Nada significativo, simplemente que no puedo leer como en el mes de agosto. Resulta imposible extender con ganas las páginas del periódico. El tren frena, la gente empuja, los enamorados se besan. En fin, la rutina me devuelve el ADN, un periódico de tirada gratuita que lejos de ser una maravilla (una vez leí que hablaban de un tal Jose Luis Borges, asi que imaginen), siempre suele contar en la sección de cultura con alguna entrevista interesante. La de hoy no me interesaba, pero me entero de la nueva película anime de Hayao Miyazaki.

Tanto a mi hijo como a mi nos fascina su mundo. Nos enamoramos de El viaje de Chihiro y de El castillo ambulante. Nos enamoramos de sus personajes, de su color. Ahora vuelve con una versión de La sirenita, de Hans Christian Andersen –escritor que, por si no lo saben, después de cada paja rezaba- titulada Ponyo on the Cliff by the sea.


Miyazaki dice que le encanta el pincel, que seguirá usándolo mientras pueda y que eligió esa historia porque necesitaba dotar de alma a ese personaje que injustamente en el cuento original no la tenía. Así que, apunte al canto. Y no les he contado que he recortado una imagen de Le Corbusier semidesnudo (no se quitó las gafas). Ésa la guardo para ponerla junto a la de Pasolini que también anda semidesnudo (le tapaba un libro abierto). Asi, da gusto. Septiembre ya lo he estrenado.

Adonde te lleve el cabo de un hilo.

U no llega a Vladimir Maiakovski no por casualidad. No es fácil toparse con ese autor siguiendo la senda aterciopelada de la impasibilidad. ...