
Todo empezó mañana,
cuando la niña rica se pregunta,
mientras contempla sus dedos de porcelana
qué hubiera sido de ella de haber nacido
allí,
tan lejos,
tan pobre,
sin pan con semillas de amapola,
sin fitness
con kurta,
entretanto ordena su cálido miniapartamento,
toda aquella maleza que dejó el gin tonic,
sábanas limpias de ausencia,
mi sucia Egoísa.
La niña rica se calza su traje de espantaviejos,
se marcha a un barrio desarraigado
de Madrid,
donde los dioses rugen
entre geranios,
un lugar hipotecado,
arruinado,
la niña va con su agenda henchida de botox
a coleccionar desahuciados,
juguetes rotos.
La niña rica reza para aplazar la noche polar,
le pide a los reyes un glaciar gigante
para guardar en su baño traventino
una fría ducha de vida
con la que pueda limpiarse la herida,
arrancar de su piel
aquella malvada mirada
de esfinge sueca.
La niña rica piensa
lo bonita que es la calle
con sus mendigos tan bien puestos,
instalados,
en hogares acartonados,
cajeros
maltrechos,
que tan bien arden.
Cuando los cimientos de los más importantes edificios,
de las más importantes ciudades,
cimbrean a ritmo de Amy.
La niña rica sonríe
al ver a unos pequeños
rellenos de ellos mismos hasta la saciedad,
pegar cachetes
a otro
que va al colegio
solo,
y piensa con ternura cuánto aprenden los granujas
las tardes de invierno
frente a la play station,
mientras nos lamentamos
del poco tiempo que disponemos
para nosotros mismos.
Entonces la niña rica cree
que ya es hora de privatizar la pasión,
de formar una sociedad anónima
-o como se diga-
con sentimientos y
eso tan bonito llamado amor,
compartirlo todo, tener hijos,
uno al menos,
para que continúe pagando,
con dulce agonía
la hipoteca que un día
les unió.
La niña rica
necesita descansar
en una playa paradisíaca,
recibir baños termales,
masajes de chocolate,
en definitiva,
ser persona.
Egoísa toma entre sus manos
un billete de avión
JK5022
destino Gran Canaria
y promete que a su regreso
arreglará todas esas cosas
hirientes
que tiene pendientes
con sus padres,
pero antes,
antes necesita
ser persona.
Triste Egoísa,
no sabe que ayer
será el mejor día
para decir las cosas que no dirá mañana.
(Se supone que este post es mi resumen del año 2008 en 365 palabras, ni una más, ni una menos. Podría haberlo escrito de otro modo, pero ya no sería yo, ni sería mi año. Vótame pinchando VOTAR el cuadro rojo si crees que ha merecido la pena contarlo así.)