Podría nadar y nadar. Nadar a contra corriente. Nadar hasta la extenuación. Dirigir la mirada hacia aquella línea llamada horizonte y no cejar en el empeño. Hasta conseguir alcanzarla. Tocarla.
Pero también podría dejar de mover los brazos y las piernas. Quedarme flotando como un pedazo de corcho, oscilando arriba y abajo, viendo cómo sube y baja aquella línea llamada horizonte, allí lejos. Siempre lejos. Y simplemente, observarla.
3 comentarios:
O quedarte quieta
y decirle
"Ven"
Es mejor que nades. El horizonte está aquí al lado
Yo una vez hice eso y me dio un tirón en la pienna...casi me ahogo.
Tate
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