lunes, febrero 22, 2016

Setenta veces siete


Lamento anunciarles que no soy Irina. Tan sólo soy su compañera de departamento. Pero mentiría si afirmara que no sueño con ser ella. La observo desde los ventanucos de mis gafas, y siento un profundo deseo de vivir por un instante en su aterciopelada piel. Si yo pudiera instalarme, temporalmente, digo, en ella, viviría en un estado de excitación permanente. Dejen que abandone, por hoy, mis pensamientos suicidas. Sobaría mi largo cabello el cabello de Irina que cae bucólicamente por encima de sus pechos apuntando al cielo. Me apuesto a que la criatura sólo lee poesía de amor cortés. Por no hablar de la sutileza de sus ohs, sus ayes, sus uhs. Por eso, no es de extrañar que, cuando sonó su teléfono en el departamento, mientras ella desayunaba fuera, yo contestara con el ferviente anhelo de vivir mínimamente su relación de vasallaje amoroso. 

-Soy Tony-. Tony es Antonio pero Irina, que vive en permanente belleza, lo llama así para no perturbar ni un ápice la hermosura que la rodea. 

-Ahá-, sólo añadí pretextando suma ocupación laboral. 

-Lo he hecho, cariño.- Continué a la muda escucha. -¿Qué hago ahora, amor? Estoy temblando. Ven, por favor, ayúdame. La idea fue tuya. Deberías estar aquí conmigo... pesa como un demonio, no lo puedo mover... Lo he golpeado hasta matarlo. El hijo de puta se... ¿Iri? ¿estás, Irina? ¿Iri? ¡Maldita seas, contesta!



Debo destacar que, mi suprema ignorancia sobre la idiosincrasia de esta criatura, me impidió pronunciarme, aunque no me impidió deducir que, es de justicia poética que, tanta hermosura fuera, cuanto menos, veleidosa. Así pues, colgué el auricular y volví a mi puesto de trabajo, no sin antes haber bloqueado al usuario para evitar posibles futuras intervenciones hostiles. 

Curiosamente, ese día, Irina no me pareció tan deslumbrante como de costumbre y, quizás por ese motivo, porque la belleza no es descanso, trabajé como nunca antes había trabajado.

Nota. La imagen es de GREG KADEL 

miércoles, febrero 17, 2016

Y por favor.

No me preguntes
para qué quiero
tu voz.

¿Le preguntarías a un perro
para qué quiere un hueso?

¿Para qué, a una loca,
un sueño?

Simplemente, dámela.

Tu voz en off.

Me haré sonido
cuando la tenga.

Sólo entonces, me iré de mí
para siempre.

Se suicidará mi palabra
frente al mar.

Tu mar. 
Ése que suena
de fondo.

Y ya jamás podré hablar
si no es con tu voz, mi voz.

lunes, febrero 15, 2016

La coiffure de Saint-Honoré

Siempre deploré que un extraño me lavara la cabeza pero, cuando mi aspecto ya comenzaba a acercarse peligrosamente al de Crussoe, decidí acudir a una prestigiosa coiffure en la Rue de Saint-Honoré. Allí, una lánguida señorita de indeterminables dedos, me envolvió en cientos de toallas perfumadas y, sin mediar palabra, me acomodó en un gran sillón, al que caí rendido. Al instante, millones de dedos masajeaban mi cabeza casi pornográficamente. Cerré los ojos, pero fue peor, pues la intensidad se multiplicó hasta lo infame. Y ya no pude hacer nada por salvarme, pues aquellos dedos torturadores profundizaron y se hundieron hasta llegar a mi cráneo, que atravesaron dulcemente y extirparon mi atemorizado cerebro que temblaba como un pájaro caído del nido. A día de hoy, continúo lavando cabezas. Aún espero, ansiosa, la llegada de mi próxima víctima, un asesino a ser posible, y despojarme, definitivamente, de este cretino insulso.

jueves, febrero 04, 2016

[...]

Acallo mi euforia.
Ahogo a la niña.
Me coso los labios.
No digo.
Me digo
no hables, no escribas.
Ahora sí
estás muerta.

martes, febrero 02, 2016

Ana Cristina César

miro mucho tiempo el cuerpo de un poema
hasta perder de vista lo que no sea cuerpo
y sentir separado entre los dientes
un hilo de sangre
en las encías
ACC
Por qué ahora. Por qué esa avidez por ella. Por qué. Por sus imágenes. Por su belleza. Por su trágica resolución. No sé bien por qué. Porque extraño su voz. Porque me cuesta comprender cómo una mujer tan bella. Porque me sacude y zarandea tanta perplejidad. ¿Acaso la belleza lo complica todo? Quizás, el vuelo de una mosca, sea decisivo en mujeres como Ana. Mujeres como.

lunes, febrero 01, 2016

Diálogos imaginarios

Soy yo y soy quien me mira.
Frente a mí, un espejo.
¿Es el espejo el que mira o es la que ignoro de mí?
La dulce espera no es tal, sino otra cosa.
Evito esa mirada. Evito mirarme. Siento escalofríos. Quiere decir y no dice. Hasta que, al final, pregunta.
- ¿Quién eres realmente?
- ¿acaso tú lo sabes?
¿Sabes quién soy?
- No lo sé. Lo ignoro por completo.
- Bienvenida a la tiniebla.
Creo que, una vez, lo supe. ¿recuerdas?
- Es posible.
Te gustaba fumar.
- No el hecho de fumar en sí, sino el humo, las sombras.
- Pero ahora también te acompañan.
- No se trata del mismo sentimiento.
Las sombras de hoy son materia de la ignorancia.
- No se puede conocer todo. 
- De hecho, no sé nada.
Dudo de lo que digo, de lo que hago.
También de lo que no digo.
De lo que no hago.
- Hoy te aproximaste mucho al tren que venía. 
- Sentí la violencia del aire. Como una caricia..
- Lo sé.
Olvídalo.
Quizá deberías fumar.
Fumar hasta morir. 
- Es posible que lea.
Quiero leer hasta el agotamiento.
Nada más.

[...]

Escribir poemas
antes de aprender a escribir,
aún antes 
de aprender a hablar.
Ser uno mismo
el propio poema.

Adonde te lleve el cabo de un hilo.

U no llega a Vladimir Maiakovski no por casualidad. No es fácil toparse con ese autor siguiendo la senda aterciopelada de la impasibilidad. ...