Nieve no hollada
salvo por la latencia
de uno o dos gorriones.
Esther Cabrales (Madrid, 1973). Poeta. Ha cursado estudios de Derecho y de Filología Hispánica que jamás concluyó, porque siempre estuvo profundamente dedicada al sector financiero. Ha publicado Erosión (Renacimiento, 2017), Cuerpos (Renacimiento, 2019), Animal (Torremozas, 2021), Lengua muerta (Páramo, 2021), Mondo (Bajamar, 2024). Poemas suyos han sido incluidos en antologías nacionales, como son Rojo Dolor (Renacimiento, 2021), Distopía en femenino (Elenvés, 2023).
miércoles, marzo 28, 2012
martes, marzo 27, 2012
viernes, marzo 23, 2012
Querida mía...
Comienzo a sentir deseos incontenibles de escribir una carta. De querer decir Querida señora, Querido señor, querida mía, querido mío, Suya, Tuya. Dejar de añorar a John Coltrane y la dulce marea que acarrea su música. El mismo deseo que el de escribir pequeños relatos como quien juega una transoceánica partida de ajedrez. Ahora yo, ahora tú. Mientras tanto, digamos que dibujo muñecas. Entre relato y relato llantos, risas, odios, gorriones.
Me preocupa que la no realización de este poderoso deseo termine acumulando ciénagas en mi pecho. Sintiendo estos temores, recuerdo a Chloé y las flores que arraigaron en sus pulmones. Siempre me soñé ella. Indefiniblemente ella ¿Tendría alguna semilla a punto de germinar? ¿la tendré yo? ¿serán suficientes mis lágrimas? ¿necesarias?
No debe suceder. Te escribiré, querida extranjera. Aún no sé si me comprendes. No empleamos el mismo lenguaje. Pero yo te escribo. Lleno los vacíos que quedan huérfanos entre mis frases. Y al hacerlo vuelve aquella música que me embriaga, y vuelve el cuchillo a hundirse entre el corazón y el olvido. Y me sueño Chloé, y de nuevo, retorno al temor de los jardines y sus gorriones.
Me preocupa que la no realización de este poderoso deseo termine acumulando ciénagas en mi pecho. Sintiendo estos temores, recuerdo a Chloé y las flores que arraigaron en sus pulmones. Siempre me soñé ella. Indefiniblemente ella ¿Tendría alguna semilla a punto de germinar? ¿la tendré yo? ¿serán suficientes mis lágrimas? ¿necesarias?
No debe suceder. Te escribiré, querida extranjera. Aún no sé si me comprendes. No empleamos el mismo lenguaje. Pero yo te escribo. Lleno los vacíos que quedan huérfanos entre mis frases. Y al hacerlo vuelve aquella música que me embriaga, y vuelve el cuchillo a hundirse entre el corazón y el olvido. Y me sueño Chloé, y de nuevo, retorno al temor de los jardines y sus gorriones.
viernes, marzo 16, 2012
viernes, marzo 09, 2012
Digámoslo así.
Digámoslo así.
Antigua
Como los pañuelitos de organdí.
Me gustan las páginas que amarillean.
Sentir que engorda el lado izquierdo y no el derecho,
que, directamente proporcional, va muriendo.
Cómo caen las páginas
de un lado al otro.
De una en una.
Con esa conveniente morosidad propia de la lectura.
El dulce polvo de una biblioteca.
Y el silencio.
Llamémoslo por su nombre.
Arcaica.
Como los ribetes de bolillo.
Qué sentido tendría Desierto
sino es en libro.
Por no hablar del pavor.
El de todas las cabezas fijas
en los reflejos de su pantalla.
Todos en su soledad.
Encerrados en sus cuatro ángulos de plástico.
Tanto aislamiento que asusta.
Entendamos entonces lo que soy.
Antediluviana.
Porque disfruto subrayando palabras.
Frases completas.
Garabateando márgenes.
Así que... por qué molestarme.
Asumamos quién soy.
Antigua
Como los pañuelitos de organdí.
Me gustan las páginas que amarillean.
Sentir que engorda el lado izquierdo y no el derecho,
que, directamente proporcional, va muriendo.
Cómo caen las páginas
de un lado al otro.
De una en una.
Con esa conveniente morosidad propia de la lectura.
El dulce polvo de una biblioteca.
Y el silencio.
Llamémoslo por su nombre.
Arcaica.
Como los ribetes de bolillo.
Qué sentido tendría Desierto
sino es en libro.
Por no hablar del pavor.
El de todas las cabezas fijas
en los reflejos de su pantalla.
Todos en su soledad.
Encerrados en sus cuatro ángulos de plástico.
Tanto aislamiento que asusta.
Entendamos entonces lo que soy.
Antediluviana.
Porque disfruto subrayando palabras.
Frases completas.
Garabateando márgenes.
Así que... por qué molestarme.
Asumamos quién soy.
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