domingo, noviembre 23, 2008

Egoísa


Todo empezó mañana,

cuando la niña rica se pregunta,

mientras contempla sus dedos de porcelana

qué hubiera sido de ella de haber nacido

allí,

tan lejos,

tan pobre,

sin pan con semillas de amapola,

sin fitness

con kurta,

entretanto ordena su cálido miniapartamento,

toda aquella maleza que dejó el gin tonic,

sábanas limpias de ausencia,

mi sucia Egoísa.

La niña rica se calza su traje de espantaviejos,

se marcha a un barrio desarraigado

de Madrid,

donde los dioses rugen

entre geranios,

un lugar hipotecado,

arruinado,

la niña va con su agenda henchida de botox

a coleccionar desahuciados,

juguetes rotos.

La niña rica reza para aplazar la noche polar,

le pide a los reyes un glaciar gigante

para guardar en su baño traventino

una fría ducha de vida

con la que pueda limpiarse la herida,

arrancar de su piel

aquella malvada mirada

de esfinge sueca.

La niña rica piensa

lo bonita que es la calle

con sus mendigos tan bien puestos,

instalados,

en hogares acartonados,

cajeros

maltrechos,

que tan bien arden.

Cuando los cimientos de los más importantes edificios,

de las más importantes ciudades,

cimbrean a ritmo de Amy.

La niña rica sonríe

al ver a unos pequeños

rellenos de ellos mismos hasta la saciedad,

pegar cachetes

a otro

que va al colegio

solo,

y piensa con ternura cuánto aprenden los granujas

las tardes de invierno

frente a la play station,

mientras nos lamentamos

del poco tiempo que disponemos

para nosotros mismos.

Entonces la niña rica cree

que ya es hora de privatizar la pasión,

de formar una sociedad anónima

-o como se diga-

con sentimientos y

eso tan bonito llamado amor,

compartirlo todo, tener hijos,

uno al menos,

para que continúe pagando,

con dulce agonía

la hipoteca que un día

les unió.

La niña rica

necesita descansar

en una playa paradisíaca,

recibir baños termales,

masajes de chocolate,

en definitiva,

ser persona.

Egoísa toma entre sus manos

un billete de avión

JK5022

destino Gran Canaria

y promete que a su regreso

arreglará todas esas cosas

hirientes

que tiene pendientes

con sus padres,

pero antes,

antes necesita

ser persona.

Triste Egoísa,

no sabe que ayer

será el mejor día

para decir las cosas que no dirá mañana.




(Se supone que este post es mi resumen del año 2008 en 365 palabras, ni una más, ni una menos. Podría haberlo escrito de otro modo, pero ya no sería yo, ni sería mi año. Vótame pinchando VOTAR el cuadro rojo si crees que ha merecido la pena contarlo así.)



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viernes, noviembre 21, 2008

Noviembre

Noviembre

con su batir de alas

me espera sobre el asfalto

roto.

 

Hay un espanto en el suelo

que me recuerda al frío

de sus ojos.

 

Noviembre hielo en tu mirada.

Tu voz,

un témpano agotado,

no sabe de amor.

Y calla.

 

Un revuelo de otoño

se agita entre mis pies

azarosos,

 

un gajo de luna

un palacio

de oro.

 

Y la vida fluye

de neones

precipitada,

y Noviembre y mi pelo,

y todas aquellas fotos

y la constancia del cielo.

 

Noviembre olvido en tu cama.

Sábanas de seda

que no esperan

nada.
 

Tu voz,

un atabal mudo,

no sabe de ternura.

Y calla.


lunes, noviembre 17, 2008

Recital: JOSE IVÁN SUAREZ




R E C I T A L de P O E S Í A A U D I O V I S U A L

JOSÉ IVÁN SUÁREZ presenta el libro GNOMON

Lunes 24 de noviembre, 19:30 horas
Biblioteca Regional De Madrid Joaquín Leguina

Calle Ramírez de Prado, 3 Metro Delicias
Red de Arte Joven de la Comunidad de Madrid

domingo, noviembre 16, 2008

Cosas que pueden sucederte cuando lloras mientras conduces.

que se te empañen los cristales de las gafas,
que no tengas a mano un poema para sonarte la nariz,
que el copiloto termine también llorando,
que el resto de los conductores crean que ríes,
que tengas que dar varias vueltas a una misma rotonda hasta que aciertes con tu salida,
que suene en el equipo del coche Warning sing.

En ocasiones puede suceder, que se den todas a un tiempo.

viernes, noviembre 14, 2008

Dicen que vieron al amor, vestido de paisano,

con un macuto a la espalda,

silbando.

 

Por lo que se ve,

se marcha

a tierras extrañas,

pues quiere ver mundo.

 

Si miras lejos,

más lejos,

verás un punto

disolviéndose en el cielo.

 

Pues ese punto

es él.
 

¿o es una mosca?


martes, noviembre 11, 2008

La ventana

Volví a mirar por la ventana. Aquella ventana triste que daba a un muro. Algo más arriba había otra ventana, pero no era como la mía. Ésta era oscura como la boca de un ogro. Nunca había visto a nadie asomado a ella. Tal vez por eso la observaba con tanto interés. La contemplé un instante más, con los papeles aún en la mano y la mirada perdida en la negra densidad. Me había dado cuenta de que se había convertido en una acción reflejo. Dejé los papeles sobre la repisa y di media vuelta hacia la mesa de trabajo, con ese sentimiento de derrota e incapacidad de comprensión que nacía siempre de aquel encuentro con la nada.

Ya era la hora. Recogí la cazadora vaquera del respaldo de la silla, me la puse y me marché arrastrando los pies. Me cegaba el gris del cielo. Todo parecía igual. La calle con los mendigos tan bien situados, con sus harapos y las manos sucias, y esas pastelerías de petit croissant justo al lado de ellos, con gente guapa que sale y que entra, que mira y sonríe y se besa. El bullicio y el tráfico moviéndose de aquí para allá. Llegaría tarde a la visita. Era evidente. El semáforo no terminaba de cambiar a verde. Después el cíclope metropolitano atestado de pequeños hombres y mujeres, igualitos unos a otros, con esos dichosos móviles sonando a bachata. Todos quieren entrar. Todos quieren salir. Todos hablan a un tiempo. Ese mismo tiempo que no para.

A la salida, el hospital se alzaba ante mi como una gran montaña blanca. Pasillos, doctores, batas verdes y ese olor nauseabundo a comida caliente y anestésicos. En la habitación, sólo la paz y ella. El dolor se pasea de puntillas, casi sin decir que está. Le di un beso en la cara. Pensé que era más pequeña que antes. Miré sus dedos blandos, sin uñas. Su cabeza sin pelo. Se me llenaron los ojos de llanto. Dejé el bolso sobre la escuálida silla y me quité la cazadora. Quedaba poco tiempo para todo. Ese tiempo que no para. Al fondo, había una ventana. Otra ventana. Me acerqué hasta allí y volví a mirar a través de ella, buscando no sé qué, sin saber, que la boca de ogro estaba allí, a mi lado, con su aliento acariciándome el cuello.

viernes, noviembre 07, 2008

Es cierto. Me vino bien.
Necesito esa música para mecerme en su canto apenado.
Y necesito más.
Como pensar en árboles.
En raíces profundas.
Perderme en el camino.
Y continuar avanzando.
Recoger frutos.

(¿Dónde están?)

Quizás sea temprano.
Dentro queda arena.


Tal vez una causa perdida.
(Quién sabe.)


Pero para qué detenernos. Es pronto.

¿Has escuchado a los búhos?
Me dan miedo.
Son tan bellos y tan oscuros...

A veces, cuando cierro los ojos, mi oscuridad se hace bosque.
Y el miedo, acude graznando a picotear mis sueños.
Pero para entonces, ya he abierto los ojos.

Hay un pájaro azul en mi bolsillo.
Se revuelve tranquilo.
Aún queda camino.
Tal vez, el final llegue algún día.





(Gracias por la canción.)

lunes, noviembre 03, 2008

La extraña mirada.

Encontré en su mirada

el viento del desprecio

que arrastraba años de llanto,

siglos de apatía.
Añoraba

el brillo del perdón

una estrella de nueve puntas

necesitaba balcones,

terrazas,

ventanas,

una sandía crujiente,

agua dulce y blanda.

La indulgencia se abriría

como un patio de lilas frescas

bajo el novilunio de nuestras bocas.

 
Esperaba el momento

en que la ciega familia

cesara su maltrecha andadura,

hacia el horizonte de tiralíneas,

que el gato continuara lamiéndose el lomo,

los geranios brotaran zumo de incienso,

que los adioses flotaran con otro viento

con aire de abrazos,

de besos.

 
Pero encontré en su mirada

la extraña indiferencia

del que no entiende nada.

Cuando nada

es una verdad de nubes raudas

de veletas furiosas

de pelo agitado

de lágrimas.

Nada, es un niño

que espera a gatas

al amor vencido.

 

Adonde te lleve el cabo de un hilo.

U no llega a Vladimir Maiakovski no por casualidad. No es fácil toparse con ese autor siguiendo la senda aterciopelada de la impasibilidad. ...