miércoles, septiembre 18, 2024

Ilustración de Esther Cabrales
No nos conocemos. Yo, apenas me conozco. He superado el medio siglo y me soy una completa desconocida. Y eso que paso mucho tiempo conmigo. A veces hasta me aborrezco. Pienso, esta mujer, por dios santo. Y estoy observando que le ha dado por indagar en las mujeres de la generación beat. Algo que debería haber hecho a sus veintitantos. Sí, ya sabes, Kandel, Di Prima, Cowen. Me pregunto a qué se debe ese retroceso. Esa mujer que soy no deja de sorprenderme. Quiere saberlo todo, aprehenderlo todo y, sin embargo, cada día sabe menos. No sabe nada. Quizás por eso intenta, una y otra vez, demostrar. Demostrar cosas. Pero, en realidad, esa mujer que soy, o que creo que soy, no es más que una criatura torpe e ignorante. Así pues, busca referencias en aquellas poetas. Y ahora viene la siguiente cuestión, por qué diablos se fija en todas aquellas que han acabado violentamente con sus vidas. La lista es extensa: Safo, Pizarnik, Sexton, Plath, Tsvetaeva, Cowen, César, Storni, Woolf,… ¿Qué tienen en común, aparte de tratar de expresar sus sentimientos a través de la palabra? ¿es el no poder superar un amor no correspondido? ¿es el sentimiento de rechazo? ¿de no encajar en el mundo? No es el desenlace de sus vidas lo que le atrae, sino su poesía. Algo común a todas ellas prevalece en sus poemas que le es irresistible. Tal vez sea la crudeza de sus imágenes poéticas, la ausencia de eufemismos, la violenta belleza de sus obras lo que le sacude. En fin, es que no lo sé, porque no sé qué piensa esta mujer. Me intriga. Me intrigo. A ver qué hace ahora. De momento, apuntar los libros que desea tener próximamente: “Dejadme salir, dejadme entrar.”, “Follar con amor.”, “Quita tu cuello degollado de mi cuchillo.” y “Cántico inútil”. Ya lo advertí.

jueves, septiembre 12, 2024

Palabras de Jorge Pérez Cebrián para MONDO

Jorge Pérez Cebrián
No conocemos la realidad. Ante ella se nos pone entre paréntesis la voz, o nos cubrimos de una pasión cualquiera tras la que justificar la soberbia de nombrarla. Pero no es ahí, en esa realidad de ley y ciencia, donde sucedemos. Más allá de lo real, vivimos. Vivimos como un incendio incontrolable, habitando y habitados por la titubeante verdad de un mundo vivo. Para este animal que somos, la verdad no es ley sino algo que acaso sólo cabe en un corazón ambiguo, habla la lengua de la contradicción, danza en el auge y la caída de los sueños y no la desacredita un imposible. Descubrir la vida es descreer de un mundo que se deje describir del todo, porque su sola contemplación sincera nos diluye el idioma: porque intentar decirlo es medir su tumba. Y es aquí donde una sensación perdida vive tan cierta, cualquier dolor tan necesario, como un tango que alguna vez pasó en alguna parte, como la minuciosa vacuidad que compone el tiempo o la indeleble felicidad que anuncia la nostalgia o la promesa. No busquemos más. En estas hojas arde   su calma el mundo. Sucede la mirada, la voz de quien se sabe vida en cada cosa. Porque quizá tan sólo en el instante mínimo, en el aire que respira entre palabras o en la nimia voluntad de ser a tientas, quepa al fin la vasta e inabarcable verdad que estamos siendo. Porque es aquí donde la vida ocurre: en la humilde grandeza de sabernos mundo.



No

N o nos conocemos. Yo, apenas me conozco. He superado el medio siglo y me soy una completa desconocida. Y eso que paso mucho tiempo conmigo....