A lomos de una libélula


La poesía es un ejercicio solitario. Un viaje a través del desierto. A veces, uno parece vislumbrar un oasis, algo de agua, quizás un poco de sombra, donde reponer fuerzas, para continuar hasta aquel lugar incierto, aquella tierra en donde se halla ese trascender que uno pudiera estar buscando, porque tampoco sabe qué se busca si es que se busca algo. Y llegas al ilusorio punto en el que creías que se podría alcanzar algo de reposo y ves, casi sin sorpresa, que no hay nada, sino más nada, ninguna mano te es tendida, no hay agua ni sombra ni siquiera una conversación inteligente. Y entonces es cuando te planteas sacar fuerzas y continuar la búsqueda a través del desierto o, morir, dejarse morir, descansar por fin, en la arena blanda y caliente y olvidar, porque el olvido es un bálsamo blanco que lo cubre todo, como nieve. Y en esas andamos porque no se ha de olvidar que, la poesía es un ejercicio solitario y, entregarlo al mundo, un privilegio que sólo consiguen los más fuertes, los que perseveran o, definitivamente, los que van cómodamente a lomos de una libélula.

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