Sabía de sobra que, a su edad, él ya comenzaba a codiciar mujeres jóvenes. Al menos, veinte años más jóvenes. Mujeres bonitas y candorosas como ángeles o impertinentes e insaciables perritas. Tantas como cupieran en una noche, en una canción. Pero todas ellas debían cumplir aquel apremiante requisito de la carne tierna y el alma aún vacía, expuesta a su total influjo. Mente simple y lengua larga como la de una mariposa. Las extremidades abiertas, a la latente espera. Algo completamente opuesto a sus deseos, donde se cumplía la fórmula contraria. Pues, a menos que se tratara de una mente brillante, para ella carecería de cualquier interés la juventud en un hombre, primando la vida arrastrada, complicada y, a buen seguro, los sentimientos difíciles, abrasivos, suicidas. El desarraigo del corazón al cuerpo. Las oscuras conversaciones, el humo, el alcohol. El todo o nada. Morir si es preciso. En definitiva, la vida vivida.
Cuaderno de apuntes de ESTHER CABRALES
Las ilustraciones que aparecen en este blog son fruto de la autora.
jueves, mayo 26, 2016
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