domingo, enero 31, 2016

Soy
como ese ángel de Valente
que quería escribir himnos
y sólo conseguía plañidos,
palabras rotas,
                      amargas,
                           melancólicas.
Ese ángel
de nula celebridad
debo ser yo.

Con la pequeña diferencia
de que ni siquiera soy
ángel, ni quiero escribir.

sábado, enero 30, 2016

miércoles, enero 27, 2016

[...]

Es preciosa
esta tarde amarga.
Uno desearía fumar
hasta morir.
Envolverse
en el humo lento.
Y callarlo
todo.

lunes, enero 25, 2016

Páginas marcadas.

Es posible que
un día de esos
en los que los minutos son lentos
como una canción de cassandra,
uno de esos en los que yo ya no esté,
-no es tan terrible-
alguien se tope con los libros de mi biblioteca
y se detenga, durante unos segundos,
a hojearlos,
con el amortiguado sonido de una aspiradora
-ya quisiera yo que fuera jazz, en mi vecindario no se escucha
nada semejante-
y descubra con cierta alegría
la gran cantidad de esquinas dobladas,
de páginas marcadas,
de anotaciones al margen,
que atesoraba en casa;
sólo así, quizás, mis hallazgos,
hayan valido la pena
y el pellizco, se sienta en el estómago
el pálpito, en el vientre
el latido,
de nuevo, en mí.

Colores y muñecas

Escribí hasta que no pude más.
Hasta comprender
la inutilidad de mi lenguaje.
Después dibujé.
Durante años colores y muñecas.
No salió de mí ni una sola palabra
que no tuviera que ver con el dolor.
No diré absolutamente nada de mi cuaderno.
Lo llevaba conmigo.
Siempre.
Ahí había algo parecido a la escritura.
Pero sólo hablaba de mí.
De la no-palabra,
de la ausencia.
Una suerte de urdimbre suave y fosca.

jueves, enero 21, 2016

Palabras

Palabras,
tan importantes como amor,
tristeza o soledad.
Rotundas. Muerte.
Muero o morir para siempre con una sonrisa. Lo he pensado, por eso lo he escrito. Conjugar el verbo
como una canción infantil.
Palabras y más palabras.
Se dicen. 
Bla bla bla suenan. Se oyen, sí. Se leen. Pero ¿significan?
Decirlas como columpiarse fuertemente una tarde de verano. Rozar ese límite con la punta de los pies. A punto de salir volando.
Se escriben para dotarlas de sentido, para perpetuarlas. Ejecutar de algún modo.
En un cuaderno pequeño y bonito.
Es importante que el cuaderno sea bonito.
El mío lo es. 
Y el bolígrafo con punta 0.5 de tinta líquida.
Cumplo los requisitos.
Escribo amor, también escribo tristeza.
Escribo muerte.
El deseo no se escribe porque queda sobreentendido.
Leo lo que escribo. Lo oculto.
Escribir lo que se piensa para, después, tacharlo, como seguir un camino, una senda en un cuento tradicional. Una niña que, sola, pasea.
Escribo vida. Dibujo un corazón. Una flecha que lo atraviesa. 
Jamás un corazón atravesado podría sobrevivir durante mucho tiempo.

martes, enero 19, 2016

Farolas sobre fondo rosa

Es hermosísimo ver el amanecer de una gran ciudad.
Diríase que el mundo aún está vivo.
Farolas sobre fondo rosa rasgado de nubes, veloces, detenidas como en una instantánea.
Torres metálicas, andenes y cables.
Pájaros durmientes en hilera, ventanas desperezándose;
sábanas.
Acostumbramos la mirada a estos elementos y los consideramos hermosos.
Yo así lo veo. Y sí,
es cierto que hay un rumor de motores.
Un ronroneo de comienzo.

Desde el ángulo de la ventana de este tren, aparece
como un milagro.
Uno de los acontecimientos que no podemos modificar
a pesar de nuestro maléfico  ingenio.
Un hecho
que nos recuerda
que aún estamos vivos.

domingo, enero 17, 2016

Yo soy Mirtho

Yo soy Mirtho.

Debo comprender la ausencia de significado. Del mío propio. Del de aquel beso. Entender que fui yo quien dotó de significado a un hecho. Lo extrasignifiqué pues, el hecho en sí, podría haber sido cualquier otro. Como morder una manzana o escuchar una canción. Cosas simples, agradables, conmovedoras pero sin mayor importancia. Oler una flor. Observar un pájaro caído del nido.

Un temblor. 
Fue mi temblor. 
No negaré el estremecimiento.

Mantener en el tiempo un significado, fomentarlo con bellos sueños imprecisos. Engrandecer el sufrimiento cuando, aquel hecho, quedó olvidado entre otros senos impávidos, otros vientres palpitantes. Bocas que ciernen, lenguas reptadoras.

Qué poco heroica. Tan poco. Y el recuerdo, una nervadura que impide el sueño. Yo soy Mirtho. Soy 2.

Extrasignifiqué. Ahora debe callar la relatora. Adormecerse. Silenciarse. Ser para siempre 1.

jueves, enero 14, 2016

[...]

me abruma / la gente apresurada subiendo las escaleras/ toda en tropel, y yo entre ella;/ también me abruma/aquel borracho solitario y perdido/ zigzagueando por el paseo/ bajo la luna/ con la sola prisa de encontrar un banco vacío, y yo/ tras él, sintiéndome/pequeña/ insignificante/ incapaz, me abruma/ este sentimiento de soledad,/ la tentativa de mi completa extinción/ el pensamiento maraña/ no iluminar/ a cambio, cantar estos enigmas / ahora, aquí, se me ocurren mil maneras de vivir/ y una de ellas comienza, en el tumulto / en esta endiablada escalera.

viernes, enero 08, 2016

Una ola

Pedí una ola. Y, a cambio, recibí una frase. Esa frase fue escrita mucho tiempo antes de que mi deseo fuera formulado. Ahora sé que fue escrita sólo para mí. Aunque nadie más lo sepa. Ni siquiera la mano que la escribió lo sabe. Fue concebida para aguardar el momento de ser reclamada. Lo sé yo. Y lo sabe la frase.

Yo pedía una ola impetuosa. Pero recibí un verso. Suave. Ondulante. Como poco, pacífico. El azul es mi color predilecto. El color del océano. No. Miento. Mi color, por encima de todos, es el verde. El océano también es verde. Es de cualquier color. Yo he imaginado un océano ocre. Sólo digo a veces. Me gusta que el océano sea como es. Tornasolado. Ese verso es azul. Y mece en su ir y venir. Lo leo y siento sueño. Adormecerse en el verso azul. De fondo suena una música. No se percibe la forma. Pero se intuye una música. Rápida, ágil y, por qué no, alegre. No me gusta que se incomode al verso. Prefiero el silencio abisal. La música alegre no acompaña este momento, trágico. Resulta incoherente. Como yo que pido olas, manos tendidas. Todo el mundo lo sabe.

lunes, enero 04, 2016

Edgar Allan Poe

Escribir. Estar.

No puede ser. Tan equivocada estoy. Recuerdo haber escrito, hace unos días, en un blog amigo, “nunca se está en ninguna parte ”. ¿Lo escribí porque así lo pienso? ¿lo creo realmente? ¿qué quise decir? Lo releo y, obviamente, entiendo que era una respuesta, poco concreta, a un pensamiento concreto. Además de una idea pesimista y derrotista a las que tanto me aferro. Hoy, no sé si escribiría lo mismo. La volatilidad de las ideas que acecha. Mi conciencia de plastilina. Mi amor por esa mujer.

Siempre se está de algún modo. Incluso no estando existe la posibilidad de estar, habitando en el pensamiento ajeno. Tal vez, también cuando tus sonidos son percibidos por otros o cuando tú misma percibes los sonidos extraños que te hacen ser consciente de tu ser en el mundo.

Entre uno y otro pensamiento se interpone una estepa extensísima e incómoda. Pero todo este cambio de idea tiene una explicación. Duras. Así es. Yo soy yo, salvo cuando la leo a ella que dejo de ser yo misma para ser el vientre de una abeja reina que busca sin descanso, palpando una y otra vez, hasta dar con la idea e introducirme en ella. Detesto esta sensación mía de debilidad. Este ir y venir de opiniones. Pero la adoro a ella. Así que, todo de mí, está supeditado al presente que es ahora Ecrire.

Adonde te lleve el cabo de un hilo.

U no llega a Vladimir Maiakovski no por casualidad. No es fácil toparse con ese autor siguiendo la senda aterciopelada de la impasibilidad. ...