yo misma soy el precipicio por el que me despeño
no sé bien quién soy. ¿debo
saberlo? lo cierto es que, a estas alturas, no sé mucho de mí misma. ¿qué sé? sólo
que no puedo respirar, aunque, a priori, se trata de una tarea sencilla. uno
inspira y espira regularmente y, si eso sucede, puede concluirse que se está
vivo. yo inspiro y espiro. ergo estoy viva. es decir, que esa imposibilidad de
respiración es simplemente dificultad. mi aire entra y sale pero, duele. en algún
lugar dentro de mí, duele. y mi dolor se traslada hacia otros lugares como un
caracol doliendo dondequiera. te duelo. me duelo hasta el desmayo ¿qué hacer aparte
de hablar conmigo misma? escribirme lenta y largamente. no decir. como lo expresaría
Duras, borrar huellas –aullar sin ruido-. apartarme de un soplido. leer. estoy
demasiado pendiente de ser yo misma. también del hecho de escribir, de la
poesía que cercena. desaparecer de algún modo. algo así como una muerte. no hay
palabras sino un abismo. yo misma soy el precipicio por el que me despeño.
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