domingo, enero 31, 2010

martes, enero 26, 2010

Negro sobre negro.

Descubro que al otro lado de la frontera, las flores también son bellas. No son mías. No son de nadie. Son mías. Vestido de negro vulnero la noche. Me acerco a la valla poblada de minas. El miedo me arrebata el pulso. Miro a través de la alambrada siempre distante. Nadie recoge los restos del último rendido. Aprovecho el camino, ya profanado, y escapo para convertirme en un apátrida hasta la muerte.

domingo, enero 17, 2010

Un apunte sobre El hombre aproximativo.
























El hombre aproximativo, de Tristán Tzara.

...
un tronco de árbol puesto sobre el borde
fuma todavía espesas nubes
y un bosque querría pegar fuego tan trémulo es su calor
un hombre querría pegar fuego a un bosque de hombres
un ruido de tropeles fosforescentes en la noche de mis consuelos
un hombre querría llorar a un hombre
un hombre querría tirar su cabeza en el río fresco su cabeza
una mujer querría llorar sobre el hombre
un hombre es tan poca cosa que un leve soplo de viento lo arrastra
el hombre
...

jueves, enero 14, 2010

Elegía del dolor


si no, sospecharé que me pusistes
en tantos bienes porque deseastes
verme morir entre memorias tristes.

(Soneto X. Garcilaso de la Vega)


Lejos,
tu cabello enredado entre los esqueletos
del camino
y una tiara con crueles flores de polvo adornando tu verdor.

Ya andarás lejos, querida mía,
escucho tu risa coqueteando en otra piel
otra víctima de tus ojos
y echo de menos aquellos días violentos
sobre la cama infectados de alcohol lejos ahora la inocencia

el dolor me devora a bocados
mientras te espero inútilmente en este viejo sofá
solo
tu voz me llega arrastrada por un viento enfurecido de insolencia
el mismo que me arranca esta carne que rechazas con rabia
y escupes
palabras de pasión fingida para beber
sólo para beber
ese eterno esplendor que ya nunca jamás regresará a mi casa.

domingo, enero 10, 2010

domingo, enero 03, 2010

Introito


Un pez de plata
se come la punta de la luna
iluminándose por dentro.
Como en el grito de tus poemas,
los grandes se comen a los pequeños,
para después eructar un exquisito plancton poético.

Sé de tu tendencia a ingerir
esa clase de migajas.

Te delata el raigambre de tu aliento,
y la voluntad de estilo
al recrujir la voz
cuando distraídamente dices poema.

Adonde te lleve el cabo de un hilo.

U no llega a Vladimir Maiakovski no por casualidad. No es fácil toparse con ese autor siguiendo la senda aterciopelada de la impasibilidad. ...