miércoles, octubre 21, 2009

Es la mañana, y no yo, la que amanece abatida.
Mi camino se detiene
para que un hombre,
con su minúsculo perro, cruce la calle.
Yo paro. Él cruza. Nunca al contrario.
Me detengo
mientras me seduce una voz
al borde del susurro.
La voz de una madre, de una esposa, de una hija.
Es voz de amante.
Me detengo cuando
la canción desvanecida dice
que puedo ser la mujer que me sueño,
la otra, la de las alucinaciones,
la de los jardines extraños.
Como una armónica dolorida
reanudo la marcha.
En el cielo, -en mi cielo-
nubes desesperadas
buscan un lugar donde morir,
y siento que me quiebro
como una hoja seca
cuando advierto que soy yo
quien las va siguiendo.

5 comentarios:

sonoio dijo...

realmente es un hermoso escrito,
aquí llueve desde anoche,
todo un clima mientras te leo

un beso

Granito dijo...

Donde se quiebran las nubes y "se llueve" tu dolorida canción, justo ahí, siempre, estoy..., disfrutando-te.

Hipnotizas-me Esther.

Miguel Ángel Maya dijo...

...Esther, muchísimas gracias por tus comentarios en "Suave Réquiem"...
...(Algún día tendrás que explicarme por qué vives en el país de los imbéciles)...
...Mi blog "personal" es el de Migue y el Fabuloso Trompetista Invisible, por si te apetece visitarlo. Los otros son "making off" de ficciones "en construcción" (por llamarlo de alguna manera)...
...Un beso...

Stalker dijo...

Desoladora belleza en esta aparente viñeta cotidiana.

besos

PÁJARO DE CHINA dijo...

Es como si la escritura estuviera corrida, desplazada, como una secuencia de movimientos en Muybridge (no sé cómo explicarlo de otro modo). Como si hubiera que seguirte a vos, que a su vez estás siguiendo el objeto de tu escritura. Es extraño y bello, Esther.

Adonde te lleve el cabo de un hilo.

U no llega a Vladimir Maiakovski no por casualidad. No es fácil toparse con ese autor siguiendo la senda aterciopelada de la impasibilidad. ...