jueves, octubre 29, 2009

Más cuentos para sonreír



Fue el pianista sonámbulo quien me dio la noticia. "Compartimos libro", me dijo. Yo no recordaba ni el relato que había enviado. Rebusqué entre mis correos y di con él.
Lo que son las cosas. Pones empeño en un texto, lo mimas, lo sueñas y no sucede nada. Escribes otro a contrarreloj y resulta es el que más gusta. Eso le sucedió al texto que aparecerá en Más cuentos para sonreír. Un pequeño texto escrito en circunstancias extrañas, con balas sobre la mesa y con mucho miedo en los ojos. En fin. Que conseguí no un cuento negro sino un cuento capaz de hacer sonreír.
Lo pego aquí por si os apetece deslizar vuestras retinas tras las palabras.


Luces de neón.

Llueve. Las ráfagas me impiden ver con claridad. En el espejo retrovisor distingo sus ojos suplicantes. Gritan. Tengo a la chica y el dinero. Lo cierto es que abriría la puerta y la dejaría huir. Con sus medias rotas. Tal vez podríamos hablar, tomarnos unas copas.


Pero los negocios son así.


A esos cabrones les da igual la chica. No tienen hijos. No saben lo que es el dolor. Ella solo es una pieza que sobra en el rompecabezas. Jugarán con ella y después le meterán una bala entre sus preciosos ojos.


Diluvia.


Deben estar dentro. Esperándome. Las luces de neón brillan duplicadas en el asfalto.


Esto es lo que haré. Saldré del coche. Cogeré el dinero. Después, la chica. La entregaré, tal como acordamos. Ellos me darán mi parte y yo no volveré a pensar en ella. Se acabó. Qué más da lo que hagan con su piel.


Cojo la bolsa con el dinero. Está húmeda. Bajo la ventanilla y la arrojo al suelo. Meto primera. Acelero.

Segunda.

Tercera.

Los ojos de la chica me siguen mirando. Ya no hay vuelta atrás.


Esther Rodríguez Cabrales.

miércoles, octubre 28, 2009

Cut up

Cut up. Eso sucede mientras me construyo. El señor de las moscas y la literatura del Siglo de Oro. Así son las cosas. Un poco de todo. Nada. Entretanto, El gran cuaderno con su portada anticuada y sus hojas amarillentas. Por fin he podido comprobar lo que es una librería de viejo. Ese olor rancio. Y el punk. Que me gusta en sus inicios pero después se vuelve cliché. O el perfil de Julien Temple tan poligonal, perfecto para ser dibujado. El color negro briznando mi cara. Y sueño con Where the wild things are. Sueño que tengo un mundo como aquel. Sólo tengo que cerrar los ojos para verme dentro. No puedo parar de repetir la pobrecilla mesa. Sublimar lo ínfimo. Veo la película basada en el libro de William Golding y me decepciono. Ralph no era tan buen chico ¿y dónde la plataforma rosa? Ni rastro de ella. Así son las cosas. La montaña rusa ha comenzado a girar.

miércoles, octubre 21, 2009

Es la mañana, y no yo, la que amanece abatida.
Mi camino se detiene
para que un hombre,
con su minúsculo perro, cruce la calle.
Yo paro. Él cruza. Nunca al contrario.
Me detengo
mientras me seduce una voz
al borde del susurro.
La voz de una madre, de una esposa, de una hija.
Es voz de amante.
Me detengo cuando
la canción desvanecida dice
que puedo ser la mujer que me sueño,
la otra, la de las alucinaciones,
la de los jardines extraños.
Como una armónica dolorida
reanudo la marcha.
En el cielo, -en mi cielo-
nubes desesperadas
buscan un lugar donde morir,
y siento que me quiebro
como una hoja seca
cuando advierto que soy yo
quien las va siguiendo.

domingo, octubre 11, 2009

Camino.

Un paso.

Otro más.

Tiro con fuerza
de mi presente.

Algo me dice
que no mire
hacia atrás.

Por mucho que pese.

Pero yo
miro.

Arrastro cientos de preguntas
sin respuesta,
encadenadas a mis tobillos.

Y aunque siento miedo, camino.

Un paso.

Otro más.

Y otro.




lunes, octubre 05, 2009


Será la primera vez que salen sin mí.
Tan lejos.
Claro que, jamás han salido.
Van al Banderín 51.
Les he dicho que se porten bien.
Me lo han prometido.
Estoy muy feliz
pero asustada.
Nota de prensa en:

Adonde te lleve el cabo de un hilo.

U no llega a Vladimir Maiakovski no por casualidad. No es fácil toparse con ese autor siguiendo la senda aterciopelada de la impasibilidad. ...