domingo, enero 28, 2018

FEDERICO GARCÍA LORCA.

El artista debe ser única y exclusivamente eso: artista. Con dar todo lo que tenga dentro de sí como poeta, como pintor, ya hace bastante. Lo contrario es pervertir el arte.

Federico García Lorca.





De él decía Borges que era un poeta menor. No le caíca bien. He leído en algún artículo otras declaraciones perversas atribuidas a Borges hablando del granadino. Lorca un poeta menor. ¿No es de locos? 

Fue un soñador. No dejó nunca de ser niño, salvo cuando escribía. Aquel niño fue fusilado en el camino que va de Víznar a Alfacar. Él solía hacerse el muerto en la Residencia de Estudiantes de Madrid como una premonición. 

Viajó a Buenos Aires en 1933 para dirigir la representación de Bodas de sangre. Allí conoció a Borges. Al argentino no le gustaban sus maneras, ni su entusiasmo, ni sus chorradas. Le cayó antipático. Lorca le cayó antipático pero, quién no le caía mal a Borges. Salvo Cervantes, San Juan de la Cruz y alguno más que no recuerdo, no eran de su agrado, como autores, claro. Lorca tampoco. El niño pianista Lorca, tampoco.

domingo, enero 21, 2018

FLANNERY O'CONNOR y el misterio del sufrimiento.

"Lo que quiere el lector cuando llega a su casa es leer algo que eleve su corazón."

Flannery O'Connor




Busco cómo fue, si es que fue de algún modo, el amor en Flannery O'Connor. Me refiero al amor por alguien que no fuera Dios. Oh, Flannery y el sufrimiento. Flannery y el dolor. Flannery y Dios. ¿Qué relación existe entre los personajes grotescos de su obra y su enfermedad? El lupus eritomatoso es una enfermedad autoinmune que hace que tu propio sistema inmunitario te agreda. Flannery murió antes de cumplir los cuarenta años aquejada de esta enfermedad. Yo no quiero pensar así pero, lo hago. El escritor que vive un sufrimiento desbordante y trata de encauzarlo con la escritura, tiene muchas posibilidades de hacer algo realmente bueno, simplemente porque el padecimiento le pone en contacto directo con una realidad inalcanzable para otros. De igual modo, ese dolor le aproxima a la fe, a Dios. Para Flannery, la enfermedad, supuso un infortunio pero también un gran acicate en cuanto a escritura se refiere. Su literatura grotesca, de personajes anómalos, freaks, nos llega, grandiosa, a consecuencia de su retiro y su prolífico ejercicio narrativo.

¿A quién amó Flannery? ¿pudo? ¿le permitió la vida amar? No he llegado a averiguarlo aún. Se dice que amó a los pavos reales y vivió en su granja rodeada de ellos. Siendo muy pequeña enseñó a una gallina a caminar hacia atrás. El logro fue llevado a las pantallas en 1932 y la niña O'Connor pasó a la historia como la primera niña que enseñó a una gallina a caminar de espaldas. Una mujer brillante, desde luego. Seguiré indagando pero, sobre todo, leyendo.


viernes, enero 12, 2018

Una cuarentona que sabe de todo.

Entonces estábamos esperando a que las puertas del tren se abrieran cuando se acercó aquella mujer de piel morena y escupió a nuestros pies. No fue un escupitajo iracundo, sino denso y despacioso. Caía como a cámara lenta. Éramos capaces de ver sus cambios de forma durante la caída. Como si su densidad fuera de otra dimensión. Y ella, la mujer, con esa sonrisa. Estaba loca o no. Poco importa. Sonreía como una niña. Me llamó la atención su preciosa sonrisa. Contrastaba tanto con aquella actitud de hartura. Mostraba con amplitud sus dientes blancos. Llevaba un gorrito de punto, tipo Bob Marley, de muchos colores. Parecía una niña que hubiera llegado súbitamente a la vejez después de haber ingerido el contenido de un bote en cuya etiqueta se leía "bébeme". Justo antes de aquel instante, yo andaba distraída en mis pensamientos sobre la conversación de aquellos dos muchachos que me precedían por la Carrera de San Jerónimo. Hablaban de alguien. De una tercera persona ausente. Me dio un vuelco el corazón cuando escuché que uno de ellos le decía al otro que era una cuarentona. Su compañero asentía y añadía, como para dejar zanjado que sabía por dónde iban los tiros, que le comprendía a la perfección, "sí, una cuarentona que sabe de todo". Recuerdo que pensé, cielos, yo prodría ser ella. Y me pregunté por qué es tan deprimente ese calificativo. Un escalofrío me atravesó como lo haría un fantasma ante la posibilidad de ser vista así en el trabajo, en la calle, en el mundo. Y pensé en La casa de Bernarda Alba, lo que hizo que sintiera agobio o algo así. Pensé en todo ese negro. Tan poca carne. El miedo. La soledad. El deseo reprimido. Pero no. Yo no soy así. Cuando contemplo mi reflejo aún me veo. Me reconozco. Me veo a mí. Tan solo a mí. Con mi voz. Con mi pelo. Con mis maneras. Con mi pecho y con mi vagina. Con mis manos grandes casi de hombre. Soy yo. Y para nada soy una cuarentona que sabe de todo. De hecho, no sé nada de nada. O poco sé. Inmediatamente, al ver aquella bola blanda caer ante mis ojos, y los dientes, uno tras otro, como un rosario de niña de cuentas blancas, la risa de la locura y los colores del reagge, la maría y, en fin, todo aquello, las puertas se abrieron justo antes de que el escupitajo cayera dentro del vagón. Lo perdimos de vista tras los escalones de acceso. Después, la mujer volvió a su asiento. Su sonrisa se mitigó, como si hubiera dejado de recordar su niñez y de nuevo estuviera con los pies en la tierra, y traté de reconducir mis pensamientos. Y tal vez lo hiciese. O no. Qué puede importar ahora. 

lunes, enero 01, 2018

La mano de una madre


Whenever I visit my mother
I feel I am turning into Emily Brontë.

Anne Carson


Viajo con los libros a cuestas.
Donde quiera que vaya
me acompañan
páginas y más páginas.
Cojo trenes, taxis, y leo.
En ellos leo
a la gran Matute, a una tímida Laforet,
leo a McCullers, extraña criatura, por cierto...,
los cuentos
de la sureña O'connor, a la Brontë
cómo no, lo que sea
que caiga en mis manos
puras de pura inocencia.

A veces, no es posible.
No es posible
leer.
No es posible
pues una oscuridad
me lleva
a una oscuridad aún mayor.

Pero me gusta tenerlos abiertos
mientras miro por la ventana
la velocidad del árbol,
la gota
precipitada en el cristal.
Y me siento segura,
¿sabes?
con ellos sobre mi regazo
me siento segura,
como si el libro
fuera
la mano paciente
de una madre
que espera,
la cabeza de un hijo
dormido,
un corazón desnudo
latiendo y sangrando,
vivo,
el cielo y la tierra
y el corto espacio que los separa.

           

Adonde te lleve el cabo de un hilo.

U no llega a Vladimir Maiakovski no por casualidad. No es fácil toparse con ese autor siguiendo la senda aterciopelada de la impasibilidad. ...