Nicanor Parra. Antipoeta.




Observad estas manos
Y estas mejillas blancas de cadáver
Estos escasos pelos que me quedan
¡Estas negras arrugas infernales!
Sin embargo yo fui tal como ustedes
Joven, lleno de bellos ideales.

Nicanor Parra.




Le preguntan por Dios, si cree o no cree, y por no responder, divaga, rememorando a otros, como a Voltaire que creía que, Dios era tan importante que, de no existir, habría que inventarlo o recordando aquella pregunta de Nietzsche de por qué Dios y no yo.

De Él dejó escrito:

Padre nuestro que estás en el cielo
lleno de toda clase de problemas
con el ceño fruncido
como si fueras un hombre vulgar y corriente.
No pienses más en nosotros
comprendemos que sufres
porque no puedes arreglar las cosas.

(Obra gruesa, 1969)

Su obra está repleta de heridas, de una profundidad y de una ironía asombrosa, de versos brillantes y afilados, divertidos y tiernos, duros y reflexivos. Y escribía a Dios, como si fuera alguien importante, alguien que realmente está, escucha y atiende. Le escribía con dolor, con rabia, con una sonrisa y con un lenguaje claro, cotidiano, sin fuegos artificiales.

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