El hallazgo.

En el armario me topé con aquel viejo libro que abrí al azar. Ése que tanto le gustaba a mamá.  Entre las páginas, sus ojos leían voraces los versos de Dylan Thomas. Debió dejarlos olvidados cuando murió repentinamente. Llevábamos meses buscándolos. Ahora podríamos completar sus cuencas vacías y, por fin, descansar.

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