Nadie nos advirtió
que la vida iba tan en serio.
Pierdes a tu padre
sin que nadie
te ponga sobre aviso
para despedirte
como nunca has hecho
ni incluso
como cuando
por vez primera
dormiste fuera de casa
en el Monasterio de piedra.
Y pierdes
amores, amigos, trabajos.
Pierdes vida
y ganas muerte.
No hay patrones ni reglas.
La cuenta de pérdidas
crece
inconmensurable.
Pierdes libros, poemas, momentos, palabras.
Un tren que se aleja.
Quizá quisiste subir.
También los trenes se pierden
y no regresan.
Te pierdo a ti.
Tren sin retorno.
Y qué gano a cambio.
Tal vez, a mí misma
y un puñado más de muerte.
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