Tu cara es noble, con unos ojos oscuros y brillantes.

Entonces cogí una pluma
y empecé a dibujar
-con tinta de noche sin estrellas-
tu rostro heroico
cuajado de penitencias,
con esa tendencia a sufrir,
acostando pensamientos
como majas desnudas.

Aunque tú me decías
que tu rostro era polimétrico y singular,
yo insistía en la línea dogmática e insensible.
El horizonte es todo sentimiento,
pero tú ya elogiabas las olas del mar,
el rizo de mi cabello,
el ronco tapiz del pubis.

Las hazañas del café hicieron el resto,
y aquel dibujo
apalabrado,
se perdió, cómo no
en la noche de los tiempos.

Comentarios

casi yo ha dicho que…
Pues qué pena...