jueves, febrero 20, 2025

Adonde te lleve el cabo de un hilo.

Uno llega a Vladimir Maiakovski no por casualidad. No es fácil toparse con ese autor siguiendo la senda aterciopelada de la impasibilidad. Se ha de tener una mente algo curiosa y, cuando se encuentra, fortuitamente, el cabo de un hilo, tirar de él. Averiguar a dónde nos lleva. En mi caso se dieron varias coincidencias en el asunto ese de los cabos. Uno fue Juan Bonilla que, por aquel entonces, intercambiábamos cartas, en algunos casos de aliento; en otras, tan sólo anecdóticas sin importancia. Hubo otro, Gonzalo Escarpa. Ambos sujetos estaban maiakovskiados, hasta el punto de contagiar a quien tocaran, aunque fuera veladamente. Presumo de haberlos unido y de que, gracias a eso, Escarpa pudiera dejarnos este valioso documento para la posteridad que le agradeceremos siempre los empedernidos del gaditano.

Vladimir Maiakovski visto por Esther Cabrales
Leí Prohibido entrar sin pantalones porque sabía que Bonilla tenía todos los datos del suicida. Novela difícil y hermosa sobre la vida del poeta. Algunos dicen que punk, otros que gamberra. Fue ahí donde empecé a comprender el futurismo ruso y a hacer conexiones. Ni hablar, no pienso aburriros con eso, quien tenga interés, que tire del hilo. El caso es que, una vez descubres a ese poeta, jamás lo olvidas. También porque fue tocado por esa trágica decisión del suicidio, como tantos otros poetas a los que adoro. 

Pero, sobre todo, porque fue un tipo genuino y desesperado y desvergonzado y hermoso y amó y vivió y disfrutó y puto murió.

 

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