Esther Cabrales (Madrid, 1973). Poeta. Ha cursado estudios de Derecho y de Filología Hispánica que jamás concluyó, porque siempre estuvo profundamente dedicada al sector financiero. Ha publicado Erosión (Renacimiento, 2017), Cuerpos (Renacimiento, 2019), Animal (Torremozas, 2021), Lengua muerta (Páramo, 2021), Mondo (Bajamar, 2024). Poemas suyos han sido incluidos en antologías nacionales, como son Rojo Dolor (Renacimiento, 2021), Distopía en femenino (Elenvés, 2023).
sábado, febrero 14, 2009
El día más feliz de su vida.
Se anuda la corbata.
Revisa sus gemelos y aún le queda un minuto para estremecerse.
¿Si? / ¿Edmundo? / Sí, diga. / Soy Graciela... / Graciela... claro, vaya... no podrá ser ahora. Justo iba a salir. Me caso. / ¿Te casas? no me dijiste nada.../ Se me pasaría... te llamo yo ¿te parece? / Eso me dijjiste, aún sigo esperando... ¿no lo pasaste bien, Edmundo? / Si, lo pasé bien... tengo que irme... Lo siento... te llamaré, descuida. ... / Está bien. Sé feliz. Apunta “Hospital Centro”. Maternidad. Es bellísima.
jueves, febrero 12, 2009
Maniquíes
al jardín,
apuntando al cielo,
plásticas y lujuriosas
pálidas como la luna.
Son piernas de cabaret
lascivas, gélidas, sólidas,
pequeños narcisos a la orilla
de un estanque de ciudad.
Voy por un pasillo
frío y solitario,
entre Recoletos y Alcalá,
y un insistente repicar de campanas
me anuncia a un Dios atenuado,
ridículo y disminuido,
incapaz de amonestar para que entre y le adore.
Las piernas miran,
parecen sonreír,
quieren que mire yo también
el beso de dos amantes,
imperturbables,
que se tragan el alma
a cuchillazos.
¿Cómo iban a saber?
si nadie les advierte
del peligro de muerte
de aquellas falsas flores.
Antes de que mueran ellas
las mataremos nosotros
golpeándolas con la mirada
de la incomprensión.
Al jardín le han crecido piernas
desfallecidas,muertas.
domingo, febrero 08, 2009
domingo, febrero 01, 2009
Crónica de una maldita noche
A cada página que paso, una tormenta sonora eclosiona en el salón; como un bombardeo a la quietud nocturna que se instala cada noche en el sofá y que no es más que una pequeña muerte que suma y sigue.
Estoy soñando despierta con mis sueños más profundos, esos que proceden de otro tiempo, de combas y faldas tableadas, de truques y trenzas, hasta que me detengo en la imagen de un hombre con cara de lápiz. Tiene los ojos hundidos, tratando de empujar la piel, de salirse del cráneo. Parece que solo hay ojos en su cara larga y huesuda. Es un rostro triste de guerra. Sobre él corona un cartel de cine pintado a mano. Clark Gable y Lana Turner tienen la mirada perdida en el horizonte, acaso pergeñando el modo de huir juntos, avistando un sueño. Otro sueño. Yo también miro aquel diestro infinito, pero donde yo miro no hay nada.
Cierro el periódico y se convulsiona la noche. Ya no es el mismo repicar de campanas. Falta el aliento. La mano culpable. Doy las buenas noches y pienso en la guerra que no he vivido. Y pienso en Joyce y en Proust y en Picasso, y me contento con soñar de nuevo con esa lluvia fina que apenas moja, pero que empapa la ciudad de llanto.
Desde mi ventana la vida solloza como una princesa abandonada. Pienso que el monstruo digital bramará cuando despierte la hierba bañada en lamentos. Ahí fuera, la princesa devastada en sueños, parece que aún respira.
Ahora es cuando el tiempo
se detiene.
Ya nada se puede hacer,
salvo esperar dormida.
domingo, enero 25, 2009
domingo, enero 18, 2009
miércoles, enero 14, 2009
Enero y sus límites
Este frío invierno se adhiere a la piel
como una musaraña precipitada,
dibujando los contornos de mi cuerpo
a golpe de uña y hiel.
Mis límites absurdos de triste enero
se confunden con el vaho de tu boca
cuando auspicia alguna promesa remota.
La lluvia siempre me recuerda a muerte.
A padres.
La nieve siempre me despierta un dolor obsceno
que palio con tu cuerpo desnudo y cálido,
al que recibo entre sábanas y susurros
con la avidez de un recién nacido.
Este frío de enero se pega a la piel
como la seda roja a la porcelana.
Así es como limita mi cuerpo
con la entristecida lejanía
de este invierno cruel.
domingo, enero 11, 2009
sábado, enero 03, 2009
TRISTE BAILE DE HUESOS
como todos los muertos de la Tierra,
como todos los muertos que se olvidan
en un montón de perros apagados."
del poema Alma ausente
(F.G. Lorca)
Hoy me pienso ellos,
con el tiempo detenido entre mis dedos
y el viento agitado de ausencia.
He traído a mi memoria
aquellos muros heridos
de silencioso terror
de miles de padres irrepetibles,
hijos,
hermanos que se olvidan
en un montón de perros apagados.
Hay una ruina de lápidas en el cielo,
un velo de ignorancia que daña,
de nombres prohibidos
que se escriben con letra pequeña.
Es el miedo esta ausencia de sentido
de gritos orillados en la tierra.
Hoy me pienso ellos
y rehuyo al dolor.
Lo peor
es que todos los muertos se olvidan,
pero
hoy me pienso ellos
y hay un triste baile de huesos,
aullando
por permanecer vivo.
Hoy, con el tiempo detenido entre mis dedos,
me pienso ellos,
muertos para siempre,
y sueño
lápidas.
martes, diciembre 23, 2008
IV Certámen Relato mínimo Diomedea
LUCES DE NEÓN
Llueve. Los vehículos, con sus ráfagas, me impiden ver con claridad. A través del espejo retrovisor veo sus ojos suplicantes. Gritan enmudecidos. Tengo a la chica y el dinero. Ahora no es el momento, pero lo cierto es que, abriría la puerta y la dejaría huir. Con sus medias rotas. Tal vez podríamos hablar, tomarnos unas copas. Pero los negocios son así.
A esos cabrones les da igual la chica. No tienen hijos. No saben lo que es el dolor. Ella solo es una pieza que sobra en este rompecabezas. Jugarán con ella y después le meterán una bala entre sus preciosos ojos.
Diluvia. Deben estar dentro. Esperándome. Las luces de neón brillan duplicadas en el asfalto. Bien. Esto es lo que haré. Saldré del coche. Cogeré el dinero y después, la chica. La entregaré, tal y como acordamos. Ellos me darán mi parte y yo no volveré a pensar en ella jamás. Se acabó. Qué más da lo que hagan con su piel.
Cojo la bolsa con el dinero. Está húmeda. Bajo la ventanilla y la arrojo al suelo mojado. Meto primera y acelero. Segunda. Tercera. Los ojos de la chica me siguen mirando. Ya no hay vuelta atrás.
Esther Rodríguez Cabrales
miércoles, diciembre 17, 2008
Esther en el espejo
Ver en esos ojos mi propia mirada. Ésa que anda perdida como un fantasma condenado a ver lo que nadie puede ver. Lo que nadie se atreve a ver, arrastrando unas pesadas cadenas amarradas a la cruz de mi frente.
Pertenecer a esa sonrisa que se come una fresa, amarga de tentaciones, mientras me observa con la indiferencia de una canción gastada. A esas manos que peinan el cabello con cien golpes de cepillo mientras bisbisea nanas recónditas que nadie escucha. A esos dedos que recorren de arriba a abajo un rosario de secretos.
Saber que ella duerme a mi lado, como mi hermana gemela. Que me sueña suave y tranquila. Que me mece y me vela. Que me cuenta al oído nuestra vida y me dice que esta locura que nos ata es sólo nuestra.
Y me gustaría –de verdad me gustaría- creer que esa mujer que me mira soy yo misma.
Obrar una alquimia
Decir la verdad tal y como la ve [el poeta]. Decirla tan bellamente, tan sorprendentemente como pueda; encender con ella su propia capacidad...
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El hombre aproximativo , de Tristán Tzara . ... un tronco de árbol puesto sobre el borde fuma todavía espesas nubes y un bosque querría pega...
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Pesa . El verano, digo. Me había reservado, con la ilusión de una niña, un par de libros de lectura. Saben de mi devoción por ciertos autore...